Septiembre es un mes muy temido por todo el mundo, por todo lo que conlleva a nivel emocional y psíquico. Muchas veces, la vuelta a la rutina, al trabajo y al colegio o universidad, en vez de afrontarlo como una nueva oportunidad, un nuevo reto o aprendizaje, lo vivimos como algo negativo lo que hace que nuestro día a día se convierta en un sufrimiento Las personas adultas solemos transmitir muchas veces a los/as niños/as mensajes con una connotación negativa cuando les hablamos de que las vacaciones se han terminado y que hay que volver al cole, lo que puede contribuir a que lo vivan con rechazo.
Cuando arrancamos el nuevo curso, tanto los/as niños/as como las personas adultas nos tenemos que recolocar a nivel individual, familiar y social. En el caso de los/as más pequeños/as y adolescentes, lo nuevo y la incertidumbre les genera nerviosismo, miedo, pero también ilusión. Colegio nuevo, cambio de curso, nuevo profesorado, nuevos/as compañeros/as, reencuentros o nueva metodología. En el caso de las personas adultas, aunque la vuelta al trabajo sea parecida a otros años, los cambios en el resto de los componentes de la familia genera movimiento y es necesario volver a ordenar las piezas. Es aquí donde aparece el estrés y la ansiedad, ya que tenemos que construir un “tetris” para prácticamente todo el curso.
Nos cuesta disfrutar de los periodos intervacacionales. Siempre depositamos la mente y el disfrute en el futuro, en cuándo llegará el fin de semana, el próximo puente o las próximas vacaciones, olvidándonos del disfrute del presente y de nuestro día a día. A veces nos quedamos en la queja continua. Y es que solemos tener ciertas dificultades para hacer duelos. En este caso, despedirnos de ese periodo que a priori es positivo y de disfrute (salvo excepciones, que por la razón que sea, las vacaciones no son algo idílico). De ahí viene el síndrome postvacacional; hemos tenido la necesidad de ponerle un nombre a cómo nos sentimos y lo que nos ocurre en ese periodo de vuelta. Si esta situación se alarga en el tiempo y se patologiza, tendríamos que plantearnos que algo nos está ocurriendo. Sin embargo, quizá no tenga que ver con las vacaciones, sino, ¿qué me pasa en mi día a día? ¿Por qué no soy capaz de hacer frente a este momento? ¿Qué hay detrás de la vuelta a la rutina?
Nos cuesta ver que las rutinas nos estructuran. Nos resulta difícil la vuelta, porque lo que realmente es complicado es enfrentarnos a los cambios y a la incertidumbre, y lo que nos hace sentir. Es importante darnos tiempo para asentarnos y amoldarnos, la adaptación es necesaria en los/as más pequeños/as, pero también en los/as adultos/as. Tenemos que permitir frustrarnos, y no pretender pasar de 0 a 100. A veces cuanto más queremos correr, peor nos salen las cosas y más nos estresamos. Vayamos poco a poco, aunque el día a día a veces nos lo ponga difícil…
Iratxe Ortiz de Orruño, pedagoga, experta en terapia de familia y pareja de Ediren
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