Estamos viviendo momentos alborotados donde nuestras emociones están desbordadas.
A partir de ahora todo va a ser más complicado, inmersos en un nuevo sistema de pérdida en las relaciones. El miedo ha impregnado las paredes de nuestra casa como si de pintura se tratara. El miedo que parece que ha venido para quedarse introduciéndose en nuestro cuerpo, cerrándonos y bloqueándonos órganos (estómago, diafragma, músculos…). Miedo e incertidumbre, vulnerabilidad por sentir que un gran enemigo desconocido e invisible podía atacar nuestra integridad y arrebatarnos nuestro bienestar, nuestra vida.
Un mundo donde nuestros cuerpos distantes y temerosos nos hacen dar pasos hacia atrás cuando alguien se nos acerca más de dos metros. Unos pasos que trasmiten temor y desconfianza. Si una persona cercana, se acerca y presenta una leve intención de tocarnos o abrazarnos, nuestro cuerpo huye, nuestros ojos se abren desorbitados y aparece la negación en nuestra cara, con un giro lateral cervical que dicen No, No se puede. Pero nuestro deseo absoluto de poder hacer, de poder abrazar y caer en ese abrazo profundo donde poder deshacernos de esas tensiones que nos oprimen. Un abrazo reparador con el que poder liberarnos, hace que nuestro gesto cambie apareciendo una nueva expresión de pena con unas cejas que se juntan y descienden junto con los párpados, acompañadas de unos labios que se comprimen para no soltar un grito de angustia.
Un mundo en el que nuestros ojos observan seres con las caras cubiertas, personas inexpresivas que caminan por las calles y los supermercados. Unos rostros que esconden emociones y sentimientos.
Un mundo donde la soledad ha tomado unos valores incalculables. La soledad tan mal considerada socialmente y tan poco aprendida.
Un mundo donde nuestros sentidos vitales están siendo alterados, nuestro olfato y gusto distorsionados por desinfectantes, el tacto resentido por tanto hidromel o disminuido por unos guantes.
Si antes ya vivíamos encorsetados/as emocionalmente y teníamos dificultades para expresarnos, ahora somos personas encarceladas, primero en nuestras casas y ahora tras las mascarillas y el distanciamiento social. Si antes las pantallas estaban invadiendo nuestra comunicación, ahora se añaden nuestras caras cubiertas y el miedo al contacto.
Yo me pregunto ¿qué va a ser más devastador?, ¿el virus o la pérdida de nuestra capacidad de comunicarnos? ¿el virus o vivir sin tocarnos, abrazarnos, besarnos, etc. dificultando así la gestión de nuestras emociones? ¿Quién nos va a poner una mano en el hombro cuando necesitemos apoyo? ¿Quién nos va a contener con un abrazo liberándonos de los miedos que esta situación nos genera? Iremos viendo…
Yolanda Valle López de Samaniego, fisioterapeuta
Escúchale en esta entrevista en Radio Vitoria:
Javier dice
Buenos días
A mi lo que me fastidia y me pone de mal genio, es que la mascarilla es una barrera para la gente sorda como yo
Yo Oigo hablar pero no entiendo bien las palabras
Para mi es una dificultad para relacionarme
Haber yo comprendo que tiene que ser asi
Me tendré que aguantar, y apechugarme con lom lo que hay, ya vendrán tiempos mejores.
Un abrazo para todos
ediren dice
Buenos días, Javier. Muchas gracias por tu comentario. Tienes toda la razón, para ti la situación se complica todavía más… Muchos ánimos. Saludos.