Compartir una opinión que no es popular. Decir no, sin sentirte culpable. Llorar delante de amistades que no sabes cómo reaccionarán. Pedir ayuda cuando no te encuentras bien. Sentirte rechazada. Preguntar cuando crees que deberías de saberlo. Enamorarte. Pedir perdón. Hablar en público. Admitir tener miedo a salir a la calle. No tener oportunidad de despedirte de tus seres queridos cuando han fallecido…
Seguro que todos y todas nos identificamos con alguna de estas situaciones, ya que, es el mundo donde vivimos. Un mundo relacional lleno de miedo, vergüenza, incertidumbre, riesgo y exposición que nos hace sentir que somos seres vulnerables y, al mismo tiempo, débiles. ¿Pero la vulnerabilidad realmente es debilidad? Parece que en vez de respetar y apreciar el valor y la esencia de todas nuestras emociones y sentimientos que se ocultan tras la vulnerabilidad, permitimos que nuestros malestares e imperfecciones se autoprotejan tras las corazas que vamos construyendo a medida que vamos creciendo.
¿Por qué nos empeñamos en hacernos los-as fuertes y no asumir que somos seres vulnerables?
Cierto es que en este mundo donde la perfección parece ser la consigna y el éxito una necesidad desde la falsa creencia de “querer es poder”, todos y todas hemos ido construyendo de algún modo corazas o escudos personales, tales como: creer que hacerlo todo perfecto nos va a librar de sentir vergüenza; anestesiarnos estando locamente ocupados y distraídos creyendo que nos librará del dolor de la realidad de nuestra vida; temer la dicha o el miedo paradójico que sabotea cualquier felicidad momentánea “demasiado bonito para ser verdad”; ponernos a la defensiva criticando o humillando a los demás debido a que el atrevimiento de la otra persona nos produce un incómodo espejo de nuestra incapacidad de dejarnos ver tal y como somos; y asimismo, el hecho de intentar controlar una situación, volviendo a ella, fingiendo que no está sucediendo, o incluso fingiendo que no nos preocupa, esquivando así el conflicto.
La pandemia ha hecho caer muchas corazas
Estas corazas representan la lucha contra nuestra vulnerabilidad, una lucha diaria que llega a ser agotador y en algún momento de la vida serán derrumbadas. ¿Puede ser que la pandemia nos ha hecho visibilizar lo que hasta ahora hemos invisibilizado con las corazas? Parece que, a lo largo de este año, nos hemos caído e incluso hundido, cada uno a su manera, tomando cierto criterio de realidad. Una realidad de que todos somos seres vulnerables, no siendo ello ni bueno ni malo. No somos superhéroes y superheroínas, no siempre podemos con todo y no podemos dejar de sentir. La belleza está en permitirnos caer y asumir nuestro mundo emocional, facilitando así una conexión auténtica con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea. Cierto es que no es fácil y puede aterrar, pero también resulta aterrador llegar al final de nuestra vida y darnos cuenta del falso yo asumido y mostrado.
En la vulnerabilidad está la fuerza
Brené Brown, quien ha investigado la vulnerabilidad durante los últimos 15 años; afirma que la vulnerabilidad es el núcleo de la vergüenza, el miedo a ser criticados y/o no ser aceptados y a su vez, nuestra lucha por la dignidad. Pero también es donde nace la creatividad, la pertenencia y el amor. Por lo cual, en la aceptación de la vulnerabilidad está la fuerza, el aliento y la voluntad de levantarnos.
Alaia Ozerinjauregi, psicóloga, psicoterapeuta de familia y pareja
Escúchale en esta entrevista en Radio Vitoria:
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