Los seres humanos somos, por naturaleza, animales sociales. Necesitamos de las relaciones afectivas para crecer, compartir y sentirnos conectados con los demás. El contacto con otras personas nos nutre emocionalmente y nos ayuda a construir nuestro sentido de pertenencia. Sin embargo, tan importante es buscar los momentos para relacionarnos con otras personas como buscar momentos de soledad.
La soledad que se busca y la no deseada
La soledad es una experiencia humana universal que todos enfrentamos en algún momento. A veces, elegimos estar solos para desconectar y recargar energías. Esta soledad buscada ayuda a dedicarnos tiempo a nosotras mismas para reflexionar, conocernos mejor y conectar con nuestras necesidades. Sin embargo, cuando la soledad no es deseada, puede convertirse en una carga emocional que afecta nuestro bienestar.
La soledad objetiva
La soledad no deseada puede surgir a causa de una ausencia de relaciones, bien sean sociales o familiares, que la podríamos considerar como “objetiva”; es decir, en la que no hay apoyo. Esta soledad se presenta como una carencia real de relaciones sociales, es decir, cuando alguien tiene pocos o ningún vínculo con otras personas. Sin embargo, es importante resaltar que, a pesar de considerarla como objetiva, la soledad es un sentimiento personal. Por ello, no todas las personas con un entorno social reducido experimentan soledad, ya que esto también depende de las necesidades individuales de conexión social.
La soledad subjetiva
Por otro lado, la soledad subjetiva ocurre cuando, a pesar de tener relaciones sociales, las personas sienten que estas no son lo suficientemente profundas o significativas. Esto se debe a que la soledad no se mide solo en términos de cantidad de interacciones, sino por cómo percibimos su calidad. Por ejemplo, podemos estar rodeados de amigos, compañeras o familiares; pero si no sentimos apoyo emocional o conexión real, puede surgir ese vacío que asociamos con la soledad.
Curiosamente, los estudios muestran que el sentimiento de soledad presenta un patrón en forma de U a lo largo de la vida: afecta con más fuerza a personas más jóvenes y a las más mayores:
- En la vejez, suele estar ligada a un aislamiento físico y a una pérdida de conexiones significativas de manera “objetiva”.
- Mientras que, en la juventud, el sentimiento de soledad suele estar ligado a cambios, expectativas sociales y a una dificultad en generar y mantener relaciones profundas, entendiéndolo como una soledad más “subjetiva”.
La soledad no deseada en las personas jóvenes
En el caso de las personas jóvenes, la soledad no deseada es especialmente preocupante. ¿Cómo es posible que en una era de digitalización y globalización, con tanta presencia de las redes y tanta conectividad, haya este sentimiento de soledad entre las personas jóvenes?
El estudio sobre juventud y soledad no deseada en España, promovido por la Fundación ONCE en colaboración con Ayuda en Acción, aborda la soledad no deseada en jóvenes de 16 a 29 años. Este informe revela que la soledad no deseada afecta al 25,5% de esta población en el momento presente. Además, este estudio añade que cerca del 69% de las personas jóvenes se han sentido solas alguna vez en su vida, evidenciando que es un fenómeno extendido y persistente.
¿Qué factores influyen en el sentimiento de soledad en jóvenes?
Necesitaríamos más tiempo para poder sacar conclusiones sobre si este sentimiento de soledad en las personas jóvenes está en aumento, puesto que el estudio de la soledad es muy reciente y el único que se ha hecho en el país. Sin embargo, sí que podemos hablar de varios factores que contribuyen al sentimiento de soledad en jóvenes:
- Podemos pensar que esta soledad está relacionada con los cambios propios de esta etapa de la vida: como la transición a otros estudios, la búsqueda de empleo o cambiar de vivienda. Estos momentos de cambio, aunque necesarios, suelen venir acompañados de rupturas en los círculos sociales establecidos y de una sensación de vulnerabilidad y una elaboración de pérdidas necesaria para luego poder generar nuevas relaciones.
- Sin embargo, aunque así sea en muchos casos y este siga siendo un factor fundamental, creo que es importante que pensemos en las personas jóvenes de hoy en día para poder entender un poco mejor este sentimiento de soledad que tanto escuchamos en Ediren.
Interacciones superficiales
- Como comentaba al principio, es difícil hablar de soledad en una época de hiperconectividad digital. Es precisamente la accesibilidad a las redes sociales la que permite mantener contacto con un amplio círculo de personas. Muchas de estas interacciones pueden llegar a ser superficiales y carecer de la profundidad emocional necesaria para tener relaciones afectivas de calidad.
- Además, continuando con el uso de la digitalización, esta forma de comunicarse puede llevar a una exposición a ideales inalcanzables de relaciones, popularidad y éxito social. Esta comparación constante puede hacer que sus vínculos reales parezcan insuficientes; incluso cuando objetivamente tienen relaciones sociales activas, generando cada vez más discrepancia entre las expectativas sociales y la realidad. Con todo ello, se impone una importante sensación de insatisfacción.
- Otro aspecto claro que fomenta el mantener este tipo de relaciones entre jóvenes es la desaparición de espacios autogestionados por ellas y ellos mismos. Es el caso de las lonjas o locales juveniles. Tradicionalmente, estos espacios han sido fundamentales en muchas comunidades, especialmente del País Vasco, donde servían como puntos de encuentro informales; espacios donde las personas jóvenes podían reunirse, crear comunidad y relacionarse sin la supervisión de personas adultas. Sin embargo, en los últimos años, la presión social y las nuevas normativas han reducido su presencia. Junto con la desaparición de estos espacios creemos que las personas jóvenes pierden la oportunidad de aprender a autogestionar su tiempo libre, su autonomía y a desarrollar habilidades sociales fundamentales como la negociación, la resolución de conflictos y el trabajo en equipo. La falta de espacios propios puede llegar a incrementar el riesgo de aislamiento y la tendencia a quedarse más en casa, así como a usar más las redes sociales con la intención de querer satisfacer su necesidad de conexión con otros.
Ofrecer a las personas jóvenes espacios sanos
A pesar de ser un fenómeno complejo, es importante que podamos tener una mirada comprensiva y enfocada en sus necesidades, para poder ofrecerles herramientas y espacios sanos en los que poder conocerse, hablar de ellos mismos y compartir sus gustos e intereses; permitiéndoles sentirse parte de una comunidad. De esta manera, podremos abordar este desafío: ayudándoles a encontrar ese equilibrio entre las relaciones con los demás y el tiempo necesario para sí mismas, construyendo así un bienestar emocional más sólido y duradero.
Fdo. Pablo González, psicólogo, experto en terapia de familia y pareja
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