En las últimas semanas, hemos tenido el privilegio de acudir al V Seminario sobre suicidio organizado por ASAFES. También hemos tenido la fortuna de recibir al Doctor Ricardo Fandiño, quien ha impartido una formación muy interesante en nuestro centro sobre la adolescencia contemporánea.
Me gustaría poder transmitir ciertas reflexiones que han surgido en ambos espacios y que compartimos en nuestra cooperativa. Pensamientos en relación a un tema tan relevante como es el suicidio. Una problemática que no deja indiferente a nadie y que, poco a poco, se está abriendo camino en el diálogo social, frente al tradicional tabú que le acompañaba.
La forma en la que los medios, en muchas ocasiones, se hacen eco e informan del suicidio es una manera poco responsable de hacerlo. Lo suelen enfocan desde un punto de vista morboso y amarillista. Suelen dar excesivos detalles y lanzan mensajes que asocian causas de forma directa con el suicidio, como el bullying o determinados trastornos mentales. No aportan una crítica acerca de los factores involucrados en ello, pudiendo generar un efecto contagio. Intentemos reflexionar un poco sobre este tema que, como sociedad, nos interpela.
Idea tradicional del suicidio
Tradicionalmente ha existido la idea de que la ideación y conducta suicida son consecuencia de sufrir un trastorno mental. Ésta, probablemente, es la idea más aceptada a nivel social. La imperante desde el modelo psiquiátrico, biomédico. Una idea que permite distanciarnos:
- Tanto del propio pensamiento suicida generador de angustia: al fin y al cabo “es cosa de locos”…
- Como de las personas que sufren trastornos mentales, alimentando la escisión y estigmatización social sobre este colectivo.
Cambios en los modos de vida
Frente a este modelo, existe otro que ha demostrado una mayor eficacia. Un modelo que tiene que ver con el análisis funcional de la propia conducta suicida. Éste hace referencia a que estas conductas son el resultado de la forma en que la persona experimenta procesos psicológicos (pensamiento, aprendizaje, emoción) en un determinado contexto. Por lo tanto, el objetivo del tratamiento pasaría por entender y actuar sobre ese contexto. Un contexto que facilita la aparición y el mantenimiento de la problemática. Desde Ediren uno de nuestros objetivos, desde un enfoque socio-psico-biológico de las personas, es generar cambios en los modos de vida de los propios individuos; modos de vida supuestamente normales, y, por lo tanto, supuestamente sanos, que generan sufrimiento y malestar.
Influyen multitud de factores
Tengamos presente que la ideación y tentativa suicida tiene que ver con una multitud de factores de riesgo, factores precipitantes y una ausencia de factores de protección. Las personas tenemos problemas y, frente al malestar que suscitan, es normal llegar a generar pensamientos suicidas como forma de librarnos de esa carga; como solución frente a un gran sufrimiento.
Es importante comprender que podemos tener este tipo de pensamientos a lo largo de nuestra vida, ya que vivir implica sufrimiento. No obstante, esto no quiere decir que queramos llevar a término esas ideas. Pero cuando el sufrimiento de una persona es tan elevado que no es capaz de encontrar ninguna salida (efecto túnel), se genera un sentimiento de profunda desesperanza. Como dice Andoni Anseán, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, “alguien con ideas suicidas no es que no quiera vivir, es que no puede”.
Atendiendo a esta premisa, nuestra tarea consistirá en ayudar a estas personas a que puedan vivir, ofrecerles respuestas y alternativas más adaptativas; no sólo como profesionales de la salud mental, sino como figuras de referencia y sociedad en sí misma.
Reflexión sobre nuestro contexto actual
El sociólogo Emile Durkheim, en su obra “El Suicidio” (1897), ya analizó numerosos factores que podían influir en la tasa de suicidio. Sobre todo, la influencia de la integración social; entendida ésta como la vinculación del individuo con sus redes sociales y su comunidad, y la regulación social como factores de protección.
Esto nos lleva a reflexionar sobre nuestro contexto actual:
- Una sociedad individualista y egocentrista en la que el sentimiento de pertenencia a la comunidad ha sido desplazado.
- Una sociedad influida por un sistema capitalista, tan centrado en la productividad que nos impide parar y hacernos cargo de nosotros/as mismos/as y de las demás personas.
- Un sistema que nos lanza mensajes como “sácate el máximo rendimiento” o “tú sola/o te bastas”. Mensajes que alimentan la autosuficiencia y que chocan de forma directa con el cuidado mutuo y la importancia de lo relacional en el bienestar de las personas.
- Una sociedad del rendimiento, en la que se premian los logros o la consecución de determinados objetivos… Donde se desvanece el valor del esfuerzo dentro del proceso. No educa en el fracaso. La tolerancia a la frustración es inexistente.
La dictadura de la felicidad
- Una sociedad, en la que, además, se impone una dictadura de la felicidad, una felicidad que es “controlable” y que “si no eres feliz es porque no quieres”. Una felicidad que viene asociada al éxito y, de nuevo, exalta valores como el individualismo y la competitividad.
- No hay cabida para la frustración o el malestar, que queda relegado a un espacio íntimo y privado. Explicitarlo puede generar rechazo, miedo, vergüenza, sensación de debilidad y vulnerabilidad: sentimientos muy ligados a la ideación suicida.
- Un sistema que ahoga y agota. Que nos ofrece todo tipo de estímulos de manera continuada (móvil, redes sociales, series, etc.), como forma de solución frente al agotamiento que genera. Soluciones que no nos permiten pensar, sentir ni reflexionar; que alimentan la misma estructura generadora de sufrimiento e individualismo, empujándonos a una espiral autodestructiva.
- Una sociedad que impone grandes ideales y expectativas, pero no ofrece posibilidades reales para alcanzarlas (anomia). Esto genera una gran sensación de angustia e insatisfacción, visible en el colectivo joven. Es a ellos y a ellas a quienes les pedimos que arreglen los problemas que las personas adultas hemos generado. Y que, además, se hagan cargo de un futuro que no parece muy halagüeño (crisis económica, crisis climática). Un mensaje que, por otro lado, nos ocupamos de recalcárselo.
Salud mental y cohesión social: factor de protección
Frente a este contexto y con este escenario de futuro, llevamos un tiempo en el que las personas están tomando cada vez mayor conciencia de su mundo emocional. Muy probablemente empujadas por ese malestar (y por las grandes dificultades a las que nos hemos tenido que enfrentar en los últimos años como sociedad), las personas se sienten más capaces de pedir ayuda. Un hecho que es un factor de protección en sí mismo, siendo la población joven el estandarte social en este movimiento.
Parece que estamos en un momento social clave en nuestro devenir: mientras que la corriente del sistema nos empuja hacia un lado, el malestar nos interpela y nos empuja a romper una lanza en favor de la salud mental y de la cohesión social. Aludiendo de nuevo a Durkheim, y a la importancia que éste otorga a la integración social como factor de protección ante el suicidio, Jon García Ormaza, psiquiatra de la Red de Salud Mental de Vizcaya y experto en suicidología, hizo referencia (en el Seminario sobre suicidio organizado por ASAFES) al sentimiento de pérdida de pertenencia y conectividad para con los grupos y vínculos significativos de las personas como el factor de riesgo más influyente en esta problemática.
Dar voz al sufrimiento emocional
En definitiva, tomemos conciencia de la conflictividad que nuestra sociedad ejerce sobre nosotros/as, y frente a ella, continuemos dando voz al sufrimiento emocional. Pero para que la voz sea escuchada, necesita de destinatarios. Permitámonos hablar con los demás, de manera que podamos escuchar y apoyar a quien lo necesite, sin juicios de valor, intentemos sintonizar a nivel emocional, mediante la empatía, la mirada, la sensibilidad y la validación. Tendamos, pues, redes de apoyo mutuo en nuestras comunidades de manera que, desde lo micro social, podamos generar un cambio en lo macro social.
Fdo. Alain Urra, psicólogo, psicodramatista
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