Muchas veces, cuando asumimos el rol de personas cuidadoras olvidamos nuestras propias necesidades. Si esto se prolonga en el tiempo, acabará pasándonos una factura física y mental importante, y aparecerá el conocido como “Síndrome del cuidador quemado”.
Como señales de alerta, podríamos decir que el primero que da la alarma cuando somos cuidadoras y algo no va bien es nuestro cuerpo. Aparecen sobrecargas, contracturas, lumbalgias…). También tenemos más cansancio, apatía, aislamiento … nos volvemos más irritables, nos descuidamos en las comidas y puede aparecer la ansiedad. Perdemos la capacidad de disfrute e incluso, en el tiempo, nos puede llevar a la depresión.
A todo ello se añade que puede aparecer una cierta sensación de soledad… Nadie se acuerda de ti, nadie se da cuenta lo que yo necesito. Sensación de que se olvidan de mí…
Vivimos en la cultura del sacrificio; hay un sentimiento de deuda, sobre todo hacia los padres; pero tenemos que asumir que nunca va a ser suficiente. Tenemos que entender que la deuda que tienen los hijos/as con los padres es impagable “nunca se va a poder revertir”. Además, hay una cuestión importantes respecto al género y es que las mujeres tenemos muy integrado el «rol de cuidadora»: darlo todo, sacrificarse por todo el mundo, ser la última en todo…
Todo ello tiene que ver con el concepto que socialmente hemos heredado de lo que significa de “cuidar”. Pero ¿qué es cuidar?; ¿dar lo que me piden o dar realmente lo que necesitan? Quizá en algún momento hay que decir “no”, marcar límites, ya que muchas veces se producen “chantajes emocionales”. Podríamos decir que dar de más no es dar lo necesario.
En estos procesos de los cuidados, que nunca son sencillos, es fundamental permitirse parar y tomar conciencia de que es muy importante “no resultar imprescindible”. Es necesario pedir ayuda, comunicar, verbalizar todo ello, antes de llegar al límite y al extremo de estar sobrepasado por la situación y del «ya no puedo más». Contar con redes de apoyo familiares, de vecinos, amistades y con recursos institucionales.
Es importante no sentirnos culpables. Tomar conciencia de que para poder cuidar hay que cuidarse a sí misma/o; poder reservar espacios y tiempos para uno/a mismo, y destinarlos a lo que más nos apetezca: acudir una charla, leer un libro tranquilamente, hacer un poco más deporte, estar con las amistades… Todo ello nos dará «un respiro» y nos ayudará a cuidarnos y también a cuidar a las demás personas.
Hemos tenido la ocasión de compartir este tema en un espacio grupal en una tertulia Ediren, que estuvo coordinada por una de las fisioterapeutas del equipo, Leire Corres. Contamos con la participación de un nutrido grupo de mujeres del Centro Sociocultural de Mayores (CSCM) de Arana. Muchas gracias a todas las personas por acudir.
En breve, convocaremos desde Ediren un taller para profundizar sobre estas cuestiones. Si te interesa, llámanos al 945 266 366 y apúntate.
Escucha a Enrique Saracho, psiquiatra y director técnico de la cooperativa, en una entrevista en Radio Vitoria.
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