«Año nuevo vida nueva», dice el refrán.»¿Ya tienes tu lista de propósitos para el 2025?». Es una de las preguntas que más escuchamos en estas primeras semanas del año. Rápidamente, nos ponemos a hacer un listado de objetivos, porque «se supone que es lo que hay que hacer». Y es que «como lo hace todo el mundo, ¡a ver si no se van a cumplir mis deseos si no los escribo!»
No hay más que ver o escuchar la radio o la televisión, en todos los medios se habla de los propósitos de año nuevo… Incluso debe haber alguna aplicación que nos ayuda a diseñar nuestros deseos o sueños en paneles y pósteres para conseguirlos más fácilmente. Como si “currándonos” ese moderno panel y visualizándolo a diario fuera suficiente para que vayan a cumplirse mágicamente nuestros propósitos para el año que inauguramos…
El nuevo año: un simbolismo temporal
Al hablar de propósitos del año nuevo colocamos la mirada en el futuro, olvidándonos del pasado, del cierre o balance del año viejo. La tan manida frase de “empezar de cero” nos da sensación de discontinuidad temporal, como si pasar del 31 de diciembre al 1 de enero fuera algo distinto que pasar del 3 al 4 de mayo. Realmente es la misma continuidad temporal, teniendo en cuenta que el planeta Tierra da una vuelta al sol cada 365 días y que esto se repite desde hace 5000 millones de años, ¡casi nada! Y en una órbita circular que no tiene ni inicio ni fin.
Dejando de lado al Grinch de la Navidad, es necesario rescatar el simbolismo que representa este momento como el cambio de ciclo, etapa, de año, en este caso. El cierre de año es el punto de corte simbólico que nos remite a un duelo por el final de un año con sensación de pérdida sobre lo que no se realizó, no se logró, lo rápido que pasó el año y no volverá, … En este sentido, suelen prevalecer los sentimientos de pena, tristeza, frustración ante lo que faltó. Sin embargo, nos cuesta recordar lo que sí nos generó satisfacción, alegría, felicidad y lo que sí conseguimos.
Aprovechar el duelo para revisar
Una vez más, nuestro juez interno solo centrándose en la falta, el vacío, … ¿Para qué? Para alimentar el sentimiento de culpa acompañado de exigencia, aderezado con frustración. Y es que, probablemente, hacemos una revisión desde las expectativas de otras personas aceptadas, desde unos ideales impuestos desde el imaginario social, y nos olvidamos de la auténtica satisfacción que nos generan los logros elegidos desde el deseo propio. Por eso decimos que el fin de año y el inicio del nuevo es un simbolismo temporal, que ayuda a entender que los cambios que se produzcan dependerán más de nosotras mismas, nuestros deseos, actitudes, acciones, … Que están pautados por tiempos internos propios de cada persona que no por las fechas del calendario.
La vida es pérdida y carrera de obstáculos con la posibilidad de un nuevo inicio y de proyectarnos hacia el futuro. Para ello, podemos aprovechar el duelo por el fin de un periodo para reflexionar sobre nuevos deseos o cómo cambiar la forma de actuar para lograrlos. Es decir, ¿cómo ha sido mi año?, ¿qué logros he obtenido?, ¿puedo sacar algún aprendizaje de lo vivido?, ¿cómo me he sentido por esos logros?, ¿me gustaría cambiar algo para el próximo año?, ¿qué experiencias me gustaría vivir?, ¿qué necesito dejar a tras?, ¿qué no me gustaría repetir?
Escuchar los propios deseos
Los propósitos de año nuevo son necesarios porque las personas necesitamos saber hacia dónde nos dirigimos. El preguntarnos qué es lo que realmente nos importa en la vida nos orienta. Es necesario marcar el rumbo para buscar la satisfacción personal y navegar por los desafíos de la vida. Así, tomamos conciencia sobre nosotras mismas y escuchamos los propios deseos, a pesar de los mandatos familiares y sociales, asumiendo que será una satisfacción parcial del anhelo lo que lleguemos a lograr. Pero mejor esa auténtica satisfacción o gratificación parcial que navegar a la deriva por la vida sufriendo la angustia de ser llevada por la corriente de los ideales impuestos y no ser capaz de lograr los objetivos marcados. Es decir, si escuchamos realmente lo que deseamos, conectamos con ello. Es entonces cuando hay más probabilidades de que las coordenadas que nos marquemos nos dirijan y enfoquen hacia el puerto elegido o cerca de él, y nos hagan movernos en dirección a la satisfacción de los propósitos para el nuevo año.
¿Cómo construir un mapa de ruta?
Un mapa de ruta de cara al año que inauguramos estaría compuesto por los siguientes puntos:
- Origen, punto de inicio.
- Hacer el balance del año que cerramos preguntándonos sobre lo que realmente nos importa en la vida y conectar con el propio deseo.
- Valorar los logros obtenidos, lo bueno vivido, aceptar lo que no ha salido bien y la frustración del objetivo no cumplido, para que sea motor de impulso para nuevos objetivos o redefinir los mismos.
- Parar dejar de hacer-hacer-hacer, para conectar con uno mismo y para escucharnos, necesitamos silencio interior y exterior. Pero el parar y el silencio a veces asustan.
- Calcular la ruta.
- Dar lugar al camino y al recorrido, al proceso para lograr el objetivo.
- Tener conciencia de las propias capacidades.
- Autoconocimiento y capacidad de crítica hacia el imaginario social y la imposición de mandatos externos.
- Dedicar tiempo a pensar, reflexionar, planificar, porque no hay decisión consciente sin reflexión.
- Aprender a tomar decisiones porque, si no lo hacemos nosotras, seguro que alguien lo hará por nosotros y nos llevará por su ruta.
Cambiar el destino final si hace falta
- Recalcular la ruta.
- No esperar a fin de año para hacer balances de vida, sino ir haciéndolos a lo largo del año y del trayecto.
- Darnos permiso para parar, respirar, disfrutar del momento, del paisaje, de la compañía…
- Preguntarnos cómo estoy, cómo me siento en este momento con esta gente… ¿necesito cambiar algo? ¿qué me viene bien ahora? ¿qué necesito? A lo mejor tengo que cambiar la forma de llegar al objetivo, revisar los plazos, valorar las personas de las que me rodeo y lo que aportan/les aporto,…
- Aprender a diferenciar “lo que me apetece” de lo que es bueno o necesario en este momento para mí.
- Plantear etapas cortas para analizar desvíos ante los obstáculos que nos coloca la vida de manera imprevista.
- Destino.
- El objetivo planteado deberá ser alcanzable y adaptado a la realidad personal de cada cual.
- Evitar la idealización para poder relacionarse con la realidad, que en ocasiones será dolorosa y otras placentera.
- Reconectar con las emociones tanto agradables como desagradables, y aprender a tolerar el estar mal a veces. La dinámica emocional, tanto en el camino como en el destino, es tener sentimientos encontrados tanto de tristeza y frustración por lo no logrado, como de alegría y satisfacción por las nuevas posibilidades.
- El destino está dividido en pequeños destinos concretos con etapas realistas, que a lo mejor nos hacen cambiar el destino final pero que resulte siendo igual de gratificante o más que el planteado inicialmente.
En resumen, mi deseo para este año es que conectéis con vuestro deseo a través de una reflexión consciente sobre vuestras propias vidas, y podáis querer lo que vayáis logrando sin esperar a que sea Navidad.
Fdo. Idoia Madarieta, psicóloga, psicodramatista
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