La culpa es un monstruo peligroso que anda al acecho detrás de cualquier esquina y que salta sobre nosotros y nosotras cuando menos lo esperamos. El sentimiento de culpa aparece con más fuerza cuando nos convertimos en progenitores, especialmente en madres. La maternidad nos hace mirar la culpa de reojo.
Madres trabajadoras, más culpa
La sensación que tienen muchas madres es que nunca dan lo suficiente a sus hijos e hijas. Que siempre es posible darles más, que su educación sea mejor, dedicarles más tiempo o ser más cariñosas.
Si a esto le unimos que un alto porcentaje son madres trabajadoras y que pasan un tiempo determinado fuera de casa, esa sensación de culpa se agrava aún más. Y es que, además de sentir que no se da lo suficiente, también se siente que se está poco tiempo con ellos y ellas; que hay que compensarles de alguna manera.
Posiblemente, esa sensación, siempre esté presente; por muchas horas que se dedique, por mucho tiempo que se esté pendiente y por mucho que se haga por él y/o ella. Siempre está la sensación de que se puede hacer mucho más.
Madres sobrecargadas
Tanta dedicación puede hacer que la atención acabe tambaleándose y que te invada la sensación de sobrecarga. Es muy necesario pensar en otras cosas; y, de vez en cuando, hacer una escapadita y/o dejar alguna tarde libre a la semana para hacer algo que no esté relacionado con la maternidad: ver series, hacer deporte y poner la mente en “modo off”. Entonces aparece en la maternidad la maldita culpa. Es en ese momento cuando la determinación se vuelve locura, te autoflagelas un poco y decides que hay que dedicar aún más tiempo. Se entra en un círculo vicioso, en el que aparece:
- Por un lado, la culpa por no dedicar todo el tiempo que se puede dedicar a los hijos e hijas.
- Y, por otro lado, la culpa por aparecer la necesidad de desconectar y de pensar en “la persona” al margen de la maternidad; es decir, por dedicar una tarde para una misma, sin el remordimiento de tener que dar explicaciones o deber algo.
¿Te suena este bucle? Seguro que alguna vez te ha pasado algo similar. Si no es con los hijos e hijas puede ser con el trabajo; o por no visitar lo suficiente a tus progenitores o porque hace mucho tiempo que no ves a tal o a cual amigo o amiga.
Responder a las necesidades de los hij@s
Poder llegar a ser la madre que cada uno de nuestros hijos e hijas necesita que seamos no es tarea fácil; incluso, en ocasiones, podemos llegar a sentir culpa en la maternidad si no cumplimos con las expectativas que nos proponemos.
Se suele tener la intención y la voluntad de criar a los hijos e hijas conscientemente acorde a sus necesidades. No obstante, cada una de las mujeres proviene de un lugar distinto; por tanto la capacidad de responder a dichas necesidades dependerá en gran medida de la madurez emocional y del grado de amparo o desamparo que tuvo siendo niñas. Una cosa es lo que a cada madre le gustaría poder dar y otra, muy distinta, lo que en realidad se puede y se es capaz de ofrecer a los hijos e hijas.
Las necesidades de la madre
La culpa suele invadir a muchas mamás que tienen que salir a trabajar fuera por motivos económicos o porque honestamente no pueden estar todo el día a cargo de sus hijas e hijos. Que los niños y niñas necesitan de la atención, el cuidado y la mirada de mamá es una necesidad básica. No obstante, la mamá necesita estar conectada consigo misma y sentirse feliz, completa y amparada para poder estar presente y acompañar a su hijo e hija.
Si como progenitora, como madre, no estás emocionalmente ni físicamente bien no podrás acompañar a tu hijo o hija tal y como él o ella lo necesita. Las necesidades de la madre también juegan un papel muy importante a la hora de poder maternar. Hay madres que eligen dejar de trabajar fuera de casa para poder dedicarse plenamente a sus hijos e hijas; sin embargo, les invade una sensación de ahogo al no poder disponer de suficiente tiempo para ellas. Poder acompañar a nuestros hijos e hijas día y noche, y a su vez satisfacer sus necesidades de lactancia, colecho, juego, mirada, atención, presencia…, requiere de un grado de madurez emocional que muy pocas tienen. Dar lo que no se tuvo cuesta y a la vez duele. Ser conscientes de ello es el primer paso para poder llegar algún día a poder darlo.
¿Más horas = mejor relación?
Hay madres trabajadoras que pasan pocas horas al día con sus hijos e hijas, pero cuando están con ellos y ellas tienen la capacidad de conectar con sus verdaderas necesidades de presencia, mirada, amparo, juego… y las pueden satisfacen. No por pasar más horas con los hijos e hijas se tiene mejor relación y una mayor conexión emocional con ellos y ellas. Si se está conectada y además se pasa largas horas con ellos y ellas eso será el paraíso.
Pero la realidad actual no presenta situaciones muy distintas. Y es que, por un lado, se puede disponer del tiempo, las ganas y la economía suficientes para elegir quedarse en casa al cuidado de los hijos e hijas y sin embargo, por otro, no poder sostener dicha demanda emocional. También hay madres que sí podrán conectar y satisfacer las necesidades tanto básicas, emocionales, motrices e intelectuales de sus hijos e hijas, pero que sus circunstancias les obligan a salir fuera a trabajar. Hay que buscar la mejor opción para cada familia e intentar que sea lo más a favor posible de las necesidades de los niños y niñas.
Los niños necesitan ser mirados, tenidos en cuenta y sentirse amados incondicionalmente por como ya son; sin nuestras expectativas de cómo deberían ser. La culpa en la maternidad nos impide dicha conexión con ellos y ellas, ya que hace que estemos más pendientes de QUÉ es lo que deberíamos estar haciendo o QUÉ es lo que no estamos haciendo. Miremos lo que SÍ estamos haciendo y lo que verdaderamente importa es el estado emocional tanto del niño y niña como de la madre. Una madre feliz, contenta, consciente de sí misma, conectada con su verdadero ser podrá ver, escuchar, acompañar y sentir más y mejor a sus hijos e hijas.
Conclusión: L@s hij@s no necesitan madres perfectas
Los hijos e hijas no necesitan madres perfectas sino madres sinceras, humildes, auténticas, conectadas y honestas consigo mismas y capaces de mostrar su vulnerabilidad. Madres con miedos, sueños, fallos y aciertos.
Una madre real que deja que el caos se apodere de su salón por dos minutos de silencio; una madre real que tira la toalla hoy para mañana volver a intentarlo con más fuerza, una madre real que desea con todas sus fuerzas que empiece el colegio para volver a organizarse, para intentar conciliar y para tener espacio, tiempo y soledad. Madres reales que lo hacen cada día lo mejor posible aunque les fallen las fuerzas, la paciencia y a veces hasta el amor.
Una madre tiene que quererse a una misma primero para poder querer después.
“Nadie ama a todas horas, todos los días del año.”. Adrienne Rich.
María José Oca, psicóloga, terapeuta psicomotriz
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