Es muy frecuente escuchar en todas las familias que entre hermanos y hermanas hay celos y envidias. Suele ser difícil sobrellevar estas situaciones sobre todo cuando son pequeños y adolescentes.
Generalmente tendemos a pensar que los celos fraternales son malos y que los progenitores tenemos que evitarlos a toda costa, ¿pero esto se puede hacer? Por el contrario, si es algo natural, cómo podemos gestionar esas situaciones , que a veces, llegan a ser complicadas en el día a día.
Los celos y los sentimientos ambivalentes
La primera vez que un niño o una niña puede experimentar esta sensación de tener celos suele ser cuando llega al mundo un nuevo hermanito o una nueva hermanita. En este momento el niño o la niña es invadido por un montón de sensaciones contradictorias; por un lado, siente mucho amor y curiosidad por conocer a esa pequeña persona que acaba de llegar a la familia, pero por otro, se siente excluido/a. Siente que toda la atención que hasta ese momento era única y exclusivamente para él o ella, ya no la tiene o no disfruta de toda la que le gustaría. En definitiva, siente que le han quitado su «trono de rey o reina de la casa».
Un proceso natural
Es importante entender que este proceso por el que pasa es completamente natural y que la llegada de un nuevo miembro a la familia requiere de un proceso de adaptación, no sólo del hermano o hermana, sino de toda la familia. Todo tiene que volver a estructurarse. Por eso, es importante que podamos ir preparando a los niños y las niñas para la llegada de esa nueva persona, haciendo hincapié en que él o ella va a seguir ocupando un lugar muy importante en la familia.
Es fundamental que vayamos recogiendo lo que cada niña o niño siente en cada momento ante la llegada de una nueva persona a la familia. Hay que legalizar la nueva situación que está viviendo la familia y dar un espacio a esas sensaciones ambivalentes, sin que sienta culpa por esa emoción.
No obstante, podemos prestar atención a ciertas señales en el o la menor que nos pueden indicar que le está costando gestionar esta difícil situación. Por ejemplo, puede ocurrir que el niño o la niña vuelva a hacerse pis en la cama, cuando era algo que ya había superado (regresión a etapas anteriores ya superadas) o que se muestre más enfadado o enfadada y con más agresividad; o incluso puede mostrar dificultades a la hora de conciliar el sueño o tener pesadillas. Todo ello forma parte del proceso, y hay que entenderlo como tal, intentando atender a sus necesidades de la mejor forma posible.
Los celos también en la adolescencia
A medida que los chicos y chicas van creciendo, esos celos y rivalidades pueden aparecer especialmente en la adolescencia; momento de cambio y de construcción de la identidad, donde pueden empezar a surgir comparaciones entre unos hermanos/as y otras/os por cualquier circunstancia: las horas de llegar a casa, las notas, etc. Como padres y madres a veces no podemos evitar tomar partido, hacer comparaciones y mediar entre los hermanos y hermanas en una discusión, interviniendo en sus conflictos y dándoles la solución. Tenemos que pensar que cuanto mejor aprendan a solucionar sus propios conflictos, mejor sabrán hacerlo cuando sean adultos y adultas y tengan que afrontar situaciones difíciles de la vida. En ese momento de conflicto, nuestra labor puede ser acompañar, sin ser jueces ni árbitros y favorecer que puedan llegar a un acuerdo ellas/os mismas/os.
Asimismo, como padres y madres conocemos mejor que nadie cuáles son sus necesidades; sabemos que cada uno de nuestros hijos e hijas es único, con sus características y sus peculiaridades, por lo que es importante ajustarnos a lo que necesita en cada momento. Educar y cuidar a nuestra descendencia no significa dar lo mismo a todos/as los/a hijos/as, sino dar a cada cual lo que necesita en cada momento. Además, es importante dedicar un tiempo a solas a cada uno/a de nuestros hijos e hijas, disfrutar de esa exclusividad, aunque sea un ratito pequeño, sin exigencias, donde el niño o la niña pueda estar tranquilo o tranquila, creando un espacio de comunicación y afecto.
¿Y qué hay de los celos cuando somos personas adultas?
El cómo hayamos gestionado los conflictos entre hermanos y hermanas cuando somos pequeños/as va a condicionar los posibles conflictos futuros. De cómo se hayan fraguado nuestras relaciones fraternales en la infancia, va a depender que podamos sobrellevar mejor o peor situaciones complejas y emocionalmente difíciles en nuestra vida adulta. Por ejemplo, cuando corresponda hacerse cargo del cuidado de nuestros progenitores cuando sean mayores, las herencias, etc.
Fdo. Beatriz Fernández Corres, psicóloga, terapeuta psicomotrizç
Escúchale en esta entrevista en Radio Vitoria:
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