Hablar de la vida emocional está de moda. El conocimiento sobre cómo funcionan las emociones sobrepasa ya el ámbito de la salud y se ha incorporado progresivamente a campos tan diversos cómo la educación, el deporte, la gestión empresarial, el marketing y la vida cotidiana en general. Cada vez se relaciona más la buena gestión de las emociones con el éxito social.
Sin embargo, algunos profesionales de la psicoterapia nos preocupamos cuando esta atención hacia la vida emocional está mediatizada por una fuerte exigencia fruto de la presión social.
Es muy preocupante que se divulguen teorías sobre las emociones desde enfoques reduccionistas, que intentan controlar las consecuencias de las emociones mal llamadas “negativas” sin pensar en sus causas.
Es preocupante que se propongan técnicas de gestión de las emociones desde un cándido voluntarismo autosuficiente que disocia nuestra vida emocional del mundo que nos rodea, de nuestras relaciones afectivas y de la vida que llevamos.
Existen en la abundante literatura divulgativa actual sobre la vida emocional demasiadas afirmaciones muy categóricas, que pretenden estar justificadas en estudios científicos y que defienden posturas con una alta carga ideológica o moral con poco o ningún rigor científico.
¿Las emociones son amigas o enemigas? ¿Quién manda, el corazón o la cabeza?
“No te pelees con tus emociones, déjalas estar e intenta primero escucharlas. Si están ahí es por alguna buena razón que todavía no has descubierto, porque te están mostrando algo que no te atreves a ver”.
Resulta paradójico que cuando aceptamos que no somos dueños de nuestras emociones las podemos gestionar mejor. En este caso se cumple el viejo dicho popular de “más vale maña que fuerza”. En el mundo de las emociones querer no es poder.
Enrique Saracho, psiquiatra, psicoterapeuta, director técnico de Ediren
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