La temida adolescencia… Cada vez son más los padres y madres que esperan «aterrorizados» la llegada de sus hijos e hijas a la adolescencia , porque temen cómo será la convivencia en ese momento. Escuchamos incluso a madres y padres con hijos de 2 años decir que no quieren que lleguen a esa etapa, porque no saben cómo se enfrentarán a esa situación..
En la actualidad cabe añadir además que, si la pandemia ha afectado a todas las personas en general, a las y los adolescentes no ha sido menos, por supuesto. Este factor ha hecho que convivir con las y los adolescentes, en la mayoría de los casos, sea aún más complicado.
Una batalla diaria…
La terminología que utilizamos para expresar diferentes hechos marca por completo cómo nos posicionamos ante los mismos. Es decir, cuando los padres y madres hablan de estar en “una guerra” constante o “batallando” día a día con sus hijos e hijas adolescentes, están utilizando términos bélicos que ya condicionan la convivencia. Nos hace estar en un estado de alarma y de conflicto constante sin darnos cuenta, y todo ello no ayuda. En muchos casos, produce el efecto contrario y, probablemente, contribuya a que la situación sea todavía más tensa y no se llegue a entender y encauzar lo que está pasando.
Por lo general, las madres y padres están muy perdidos/as; suelen vivir con enfrentamiento, enfado y malestar el día a día con sus hijos/as adolescentes. Necesitan orientación y asesoramiento para sobrellevar la impotencia, la culpa y el estrés que les genera la convivencia diaria.
¿Qué necesitan l@s adolescentes?
En esta etapa vital, los y las adolescentes no necesitan aprender las normas de casa o las sociales; éstas ya se las saben de sobra; es más, si las trasgreden, lo suelen hacer con conciencia. Y es que los y las adolescentes en este momento de transición a la edad adulta ya están educados, lo que necesitan es sentirse acompañados. Esto no quita para que las figuras de referencia tengan que recordarles en más de una ocasión que los actos tienen consecuencias.
Es importante que madres y padres entiendan la etapa evolutiva y de desarrollo en la que están sus hijos e hijas, para que puedan recuperar la confianza de “ser padres”. El papel de las madres y los padres en este momento es acompañar y ayudar en este tránsito. Para ello es indispensable entender que es un momento muy difícil y doloroso, en el que:
- Intentan buscar quiénes son y se sienten perdidos.
- Sus iguales tienen mucha importancia y, al mismo, tiempo les dañan.
- Ellos y ellas alejan a la gente que más quieren cuando más necesitan que estén cerca.
Etapa de sentimientos ambivalentes
La adolescencia es una etapa de:
- Nuevas experiencias.
- Juventud y alegría.
- Nuevas amistades.
- Creer que se pueden comer el mundo.
Pero también de:
- Desprendimientos.
- No encontrar su sitio: demasiado mayor para ser niño/niña, demasiado niño/niña para ser personas adulta.
- Duelos, malestar e inseguridades.
Ser conscientes de esto y darle lugar como padres y madres es algo que va a conseguir acercarnos al adolescente, sin olvidar que con los hijos e hijas nunca se puede entrar en paridad. Es decir, no necesitan padres o madres “amigos/as”, sino referentes. Personas en las que verse reflejados y que les ayuden a entenderse. Muchas veces necesitan este espejo aunque sólo sea para reafirmarse en lo contrario, buscando la identidad por oposición. Con los y las adolescentes tenemos que mirar más allá de «las garras» e intentar ver que detrás de esa imagen de querer comerse el mundo hay mucha vulnerabilidad e inseguridad.
Claves fundamentales
Las tres claves fundamentales que mencionaría para que las personas adultas podamos relacionarnos de manera saludable con las y los adolescentes son: entender, validar y acompañar.
- Entender el momento que están viviendo.
- Validar las emociones que están sintiendo.
- Y acompañar porque necesitan saber que hay una mano o dos manos que están ahí, acompasando su proceso. En la adolescencia no se educa, se acompaña: se educa en la infancia, se acompaña en la adolescencia y se comparte en la etapa adulta.
- Y sobre todo, no olvidar que «las garras» las sacan con la gente que saben que les quieren (a pesar de lo que haga y diga); y con la gente que ellos quieren y conocen, sino no tendrían la capacidad de dañar.
Itziar de Miguel, psicóloga y psicoterapeuta de familia y pareja
Si te interesa el tema, escúchale en esta entrevista en Radio Vitoria:
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