Hay personas que no acaban de sentirse satisfechas con nada. Por más que las cosas les vaya bien, el pensamiento de que algo les falta, de que las cosas podrían ir mejor, de que podrían ser un poco más felices… les rondan constantemente por la cabeza. Se sienten insatisfechas permanentemente.
Y es que en la actualidad vivimos con un ritmo cada vez más frenético… Un día a día en el que parece que tenemos que ser personas felices, exitosas, productivas… Todo esto unido al gran mensaje tan extendido en nuestra sociedad de”si quieres puedes”. Un mandato social que nos atraviesa a diario, «nos atormenta» y condiciona nuestra vida.
Es importante señalar que a medida que aumenta la sensación de no alcanzar los ideales sociales, mayor es el sufrimiento y la sensación de insatisfacción. En este sentido, es habitual que aparezcan sentimientos de injusticia, de envidia, de inseguridad… Todo ello acompañado de pensamientos como: ¿por qué ellas sí y yo no?
El consumo para calmar la insatisfacción
Nos encontramos en Navidades y en estas fechas es difícil escaquearse de los continuos mensajes publicitarios que animan a buscar, en parte, la felicidad y la satisfacción personal a través de las compras, actividades, planes…
Son fechas en las que nos vemos yendo «como pollos sin cabeza» y sintiendo la “obligación” de buscar el regalo idóneo para nuestro familiar, amigo o amiga; ese regalo que sea tendencia…
Si no lo hacemos, nos inunda un sentimiento de exclusión y de inferioridad. Hasta la persona más crítica se ve tentada a abandonar su astucia habitual a la hora de comprar. A todos y todas nos rodean permanentemente estímulos que nos incitan a consumir como forma de encontrar satisfacción y felicidad. Y qué decir de la lotería en esta época del año…
¿Por qué nos sentimos insatisfechos?
En ocasiones nos sentimos insatisfechos o insatisfechas porque no tenemos muy claro lo que realmente queremos. Tenemos la mirada en el afuera, en cumplir con las demandas/expectativas del otro, con los ideales y las presiones sociales. Pero, ante todo este aluvión de exigencias, presiones, etc. ¿cuáles son las que verdaderamente queremos elegir? Esta no es una tarea fácil, estamos rodeados como decíamos al principio de condicionamientos que no nos permiten diferenciar con claridad entre lo que queremos y lo que se supone que tenemos que querer.
Por lo tanto, pararnos a reflexionar sobre ello nos permite identificar y mirar desde otro lugar la “trampa” y la rueda insaciable de sentirnos insatisfechos a pesar de ir obteniendo y consiguiendo lo que se supone que nos va a hacer sentirnos bien.
¿Cómo gestionar la insatisfacción?
Tener una mirada crítica será el primer paso para empezar a hacer esa diferencia entre lo que queremos y lo que «se nos dice» que tenemos que querer.
Sin embargo, conocer nuestros propios deseos también nos coloca frente a una gran paradoja: asumir que ese deseo, seguramente, no se cumplirá tal cual imagino. Por lo tanto, me toca asumir que las cosas probablemente no vayan a ser siempre como quiero, cuando quiero y de la manera que quiero. El tolerar esa frustración también será otro de las herramientas que nos permita manejar esa insatisfacción.
Fdo. Irati Sellés, psicóloga
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