Si tuviéramos que realizar un balance sobre el año 2020, creo que la mayoría estaría de acuerdo en que ha sido un año nefasto, un año repleto de pérdidas, pérdidas de seres queridos y del contacto con las personas, de la manera en la que estábamos acostumbrados/as a vivir, pérdidas a nivel económico y de puestos de trabajo, etc. Sin embargo, nos ha servido para tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad, para hacer más nuestra, si cabe, la frase “no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos” y, de esta manera, nos ha servido para tomar conciencia de la necesidad, como seres humanos, de generar redes de apoyo además de dejar en evidencia las dificultades que como sociedad tenemos en el manejo del mundo emocional.
EL OPTIMISMO Y LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
En este sentido, uno de los axiomas que recoge la concepción de la inteligencia emocional actual tiene que ver con el optimismo. ¿Es el optimismo una buena herramienta para afrontar este año que nos viene cargado de incertidumbre? Puede serlo, siempre y cuando maticemos el término. En los últimos años, se ha acrecentado la idea de un optimismo falso e irreal, un optimismo que podríamos denominar como una creencia irracional, ya que proclama que con el simple hecho de pensar que las cosas van a ir bien, entonces todo saldrá bien, además de no permitirnos sentirnos mal aunque estemos sufriendo una adversidad (“al mal tiempo, buena cara”). El problema es que estos mensajes atractivos que lanza el optimismo son falsos y peligrosos, ya que en algún momento nos vamos a sentir mal, y si me obligo a poner una buena cara y a decirme que todo va a salir bien, aunque en realidad sepa que estoy luchando contra lo que siento, estaré siendo inconsciente, me estaré engañando a mí mismo/a. Este tipo de mensajes se utilizan como demagogia sin una base científica, se apoya en verdades parciales que, después, convertimos en absolutas. Y es que está demostrado científicamente que, ya sea para alcanzar objetivos y metas personales, como para afrontar situaciones adversas, pensar en que lo vamos a conseguir o que vamos a salir de ello puede ser muy favorable, siempre y cuando no nos dejemos un importante factor que los mensajes sociales no tienen en cuenta, y es que voy a tener que currármelo y esforzarme para alcanzarlo. En este sentido, desde Ediren queremos hacer una diferenciación entre este optimismo mágico que se nos vende a nivel social y la confianza, confianza en que las cosas van a mejorar, confianza en mis propias capacidades, una confianza que se apoya en el esfuerzo y en experiencias anteriores que demuestran mi capacidad y me aportan un criterio.
TODAS LAS EMOCIONES TIENEN UN SENTIDO
Una vez explicitado este pequeño matiz tan importante, nos parece fundamental reflexionar sobre los axiomas de la inteligencia emocional que a nivel social se asumen como válidos. Uno de ellos, en relación al optimismo comentado anteriormente, tiene que ver con la categorización de las emociones y el voluntarismo, esto es, el “querer es poder”, a la hora de poder manejarlas. Y es que en el mundo emocional no sirve este voluntarismo, querer no es poder en relación a lo que sentimos, no podemos controlar las supuestas “emociones negativas” (desde Ediren criticamos esta categorización entre buenas y malas) cuando nos venga en gana. Entendamos que todas las emociones tienen un sentido, nos avisan de que algo está pasado en nuestra vida, de que hay algo que puede estar generándonos miedo, sufrimiento, tristeza o ansiedad, por lo tanto, nos advierten de algo. Sin embargo, parece que no se nos permite ni nos permitimos escucharlas, ni sentirlas, ya que pueden generarnos malestar y preferimos evitarlo (o, incluso, controlarlo). Frente a esto, permitámonos momentos para escucharnos, momentos de soledad y reflexión, permitámonos legalizar lo que sentimos, y compartámoslo con las demás personas.
AUTOSUFICIENCIA VERSUS REDES DE APOYO
Con respecto a compartir, o, mejor dicho, en contra de ello, nos encontramos con otro axioma que hace referencia a la autosuficiencia, un mensaje que nos llega como “te bastas contigo mismo/a, si no puedes es porque no quieres”. Este tipo de mensajes alimentan valores como el individualismo y la competitividad desmedida, valores que en época de pandemia han quedado en evidencia, emergiendo con fuerza la necesidad de redes sociales que nos apoyen, nos comprendan y nos escuchen. Compartir es vivir, decía el refrán, sintámonos capaces de compartir lo que sentimos, encontremos interlocutores válidos capaces de escucharnos y de ayudarnos a entender lo que estamos viviendo.
En definitiva, trabajemos para generar esa confianza que nos de fuerza para seguir adelante y continuemos tejiendo redes sociales en las cuales apoyarnos.
Alain Urra, psicólogo, psicodramatista
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