El principio de curso es complicado para todos/as; nos tenemos que amoldar a los ritmos, adaptarnos y volver a hacer el puzzle de todo el curso. Todo esto conlleva estrés, ansiedad e incertidumbre, no sólo para los niños/as, sino también para las personas adultas que les acompañan en su proceso de aprendizaje: profesorado, familia, profesionales…
Estas sensaciones no sólo se viven a principio de curso; durante todo el año se suceden momentos en los que vuelven a aparecer. No debemos “poner la alarma” una semana antes de la evaluación, a final de curso o cuando se da una situación complicada. La tarea ha de ser continuada; todos los agentes que intervenimos en el desarrollo de nuestros/as pequeños/as debemos de mantener una comunicación fluida para conseguir objetivos comunes; y es que el fin y al cabo de lo que se trata es de que nuestros/as hijos/as, de que el alumnado, crezca de una manera sana.
Para que esto se dé, y para que ni los niños/as ni los/as adultos/as sufran las consecuencias, es muy importante no juzgar la manera de actuar de ninguna de las partes que interviene en el proceso. Es decir, es importante tener confianza en lo que el colegio hace, y desde el colegio se debe entender la realidad de cada familia, viendo a la persona como un elemento dentro de un sistema familiar, no como individuo/a solitario/a.
El reto que nos toca vivir es intentar aunar criterios e ir todas las partes en la misma dirección. Es de esta manera como podremos aportar seguridad y confianza a nuestros/as pequeños para dotarles de las mejores herramientas para afrontar su día a día.
Iratxe Ortiz de Orruño, pedagoga, experta en familia y pareja de Ediren
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