Mucho se ha hablado y escrito sobre las consecuencias de la situación de alerta sanitaria que estamos viviendo, y la experiencia nos ha demostrado que tenemos que reinventarnos continuamente: teletrabajo, teleamistades, cultura on line, videollamadas con la familia, comida y café para llevar… Nuestras relaciones sociales, a todos los niveles, se han visto resentidas; los espacios que nos servían para conocer gente nueva y establecer nuevas relaciones ya no están disponibles; hemos tenido que reducir nuestros encuentros al círculo más cercano, contactar a cuentagotas con nuestras amistades, lo que nos supone una gran pérdida y, en muchos casos, un gran sentimiento de soledad, pero no todas las personas lo acusan con la misma intensidad.
Ya que tenemos a la vuelta de la esquina el Día de San Valentín, el «día de los enamorados”, nos preguntamos cómo se liga en tiempos de pandemia. ¿Cómo podemos ligar con mascarillas, a metro y medio y con toque de queda? No tenemos el arma de la sonrisa, pero sí nos quedan las miradas, podemos «hacer ojitos»; pero ¿qué hay detrás de la mascarilla?
En general, la gente joven lo tiene más fácil y nos comenta: «el que antes de todo esto tenía problemas, los seguirá teniendo». Los expertos nos dicen que, en un alto porcentaje, los primeros contactos se hacen a través de las redes sociales, y después tienen menos dificultades para dar el salto y quedar físicamente.
Pero la gente más madura (a partir de los 45-50 años) está más perdida; aunque las páginas de encuentros estén a la orden del día, las restricciones de movilidad y el cierre de establecimientos hosteleros nos lo pone muy difícil, si no imposible; si antes de la pandemia no teníamos una gran vida social y nos costaba ligar, ahora nos sentimos «huérfanos de abrazos». Y aquellas personas que se animan a ligar por la red, o se arriesgan y se saltan las normas, o se preguntan cómo compatibilizar un encuentro íntimo con el autocuidado y el miedo al contagio.
Parece que las relaciones on line se pueden alargar indefinidamente, ¿volveremos a aquellas relaciones epistolares de principios del siglo XX? Porque como dice Thais Villas » algo hay que hacer para que dejemos de sufrir por la abstinencia de amor».
Arantza Gómez, psicóloga, psicoterapeuta
Escúchale en esta entrevista en Radio Vitoria:
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