Nuestro proceso de desarrollo personal no se produce en forma lineal. En la vida se suceden continuamente momentos de avance y de retroceso, unas veces estamos “arriba” y otras “abajo”. Pero ¿estamos preparados para estar “abajo”?
Parece existir un convencionalismo social que dirige a las personas a asumir la obligación de ser fuertes, luchadoras y valientes ante cualquier circunstancia. El sufrimiento emocional y la psicopatología se catalogan como algo propio de “vagos”, de “flojos” o de “débiles de carácter”. Desafortunadamente, es frecuente confundir la sensibilidad emocional, con vulnerabilidad emocional.
Permitirse a uno mismo estar “mal”, no reprimir las emociones y atreverse a expresarlas, no está bien visto socialmente. Sin duda, no somos conscientes del elevado coste que supone para la salud psicológica, física y social, el ignorar las emociones que surgen de forma espontánea. Cómo dijo Séneca “no hay mayor causa para llorar que no poder llorar”.
La tristeza y otros sentimientos considerados “desagradables”, nos permiten conectar con nosotros mismos, escuchar nuestras necesidades y cuidarnos. Esto supone dar un pequeño paso hacia atrás que, sin embargo, nos permitirá coger impulso para continuar avanzando en nuestro proceso de desarrollo. Una famosa fábula cuenta que, a pesar de que el junco parece más débil que el roble, éste se dobla y no se parte cuando el viento sopla con fuerza.
Socialmente se patologiza la experimentación de emociones menos “agradables”, cuando lo verdaderamente patológico reside en no poder experimentar la variedad de emociones, más o menos “agradables”, que podemos llegar a sentir. Por ello, en Ediren hablamos de “depresión buena” y “depresión mala”. La depresión buena o saludable nos permite elaborar las continuas pérdidas a las que nos enfrentamos en el día a día. En cambio, la depresión patológica implica un marcado sentimiento de culpa y, por consiguiente, un enfado con uno mismo que lleva a “fustigarse”.
Existe también un convencionalismo social que nos marca que “cuando tengo un problema debo superarlo por mí mismo”. Vivimos en una sociedad que encumbra la autosuficiencia pero, cuando hablamos de dificultades emocionales, necesitamos recurrir inevitablemente a un “interlocutor válido”. A veces, es suficiente el apoyo de nuestra red social pero, no pocas veces, nos encontramos con interlocutores que nos sugieren una lista de consejos de dudosa eficacia, cuando simplemente necesitamos su comprensión.
Entonces, ¿cuándo es necesario acudir a un profesional? En Ediren pensamos que cuando una situación bloquea el proceso de desarrollo personal del que hablábamos anteriormente, o cuando alguien siente que está “estancado”, ha llegado la hora de acudir a un profesional de la salud mental.
Virginia García Mena, psicóloga
Escucha en este audio a Enrique Saracho, psiquiatra, psicodramatista y director técnico del equipo de Ediren en entrevista en Radio Vitoria:
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