Como todas las personas sabemos, actualmente estamos inmersas en una crisis que, a diferencia de otras históricamente más cercanas, ésta atañe directamente a nuestra salud y a la de los demás. Los medios de comunicación, nuestros familiares y amistades, las redes sociales, los bulos, las “fake news”, y sobre todo, los continuos mensajes y notificaciones que recibimos en nuestros teléfonos móviles, no paran de recordarnos esta pandémica realidad, la cual es una situación estresante per se y que, además, podemos correr el riesgo de alimentar. Y es que, una epidemia infecciosa implica confinamiento, distanciamiento social y el parón de nuestros proyectos, lo cual puede generarnos ansiedad, preocupación y miedo, agravados por la incertidumbre: ¿Y si estoy enfermo o infectado? ¿Y si mi familia o mis amigos/as lo están? ¿Cómo voy a ayudar a mis mayores/menores a mi cargo quedándome en casa? ¿Cuánto tiempo va a durar esta situación? ¿Qué va a pasar con mi trabajo? ¿Qué voy a hacer tanto tiempo en casa? ¿Y si no salimos de esta?
Si dichas emociones y cuestionamientos en una situación como ésta son completamente normales, ¿qué podemos hacer para no alimentarlas, para que no vayan a más y evitar que nos generen un gran sentimiento de sufrimiento emocional?
En primer lugar, y como decíamos previamente, debemos ser conscientes de que mucho de lo que estamos sintiendo es completamente normal, ya que nuestras emociones son adaptativas y buscan nuestra supervivencia. Es por ello, entonces, coherente que nos sintamos preocupados, podamos sentir ansiedad e incluso tristeza, ya que esta situación es incierta y supone peligro para nuestra salud (y las de otros). Por lo tanto, es importante reconocer y aceptar nuestras emociones dentro de este contexto.
Dicho esto, no podemos estar continuamente conectados a lo que pasa ahí fuera. Los medios de comunicación nos bombardean con noticias sobre el coronavirus y sobre la crisis que está generando en diversos ámbitos. Además, recibimos, de manera recurrente, mensajes, noticias, “memes”, bulos, etc. por parte de nuestros allegados. Así, en un intento por saber más sobre la situación y así estar más preparados, caemos en la trampa de la desinformación y de la “infoxicación”, lo cual alimenta nuestra preocupación (y síntomas derivados de la misma) en lugar de atenuarla. Es este sentido, es importante limitar nuestra exposición a los canales directos de información y corroborarla antes de enviarla. Por otro lado, no olvidemos, que los menores son muy sensibles a lo que escuchan en estos medios, por lo que la limitación es recomendable para todos los miembros de la familia, sin obviar información que deban saber, siempre adaptándola a su edad y a sus necesidades.
Por otra parte, hay más cosas que hacer en una cuarentena que convertirnos en prisioneros de las pantallas. Con suerte, tendremos personas queridas en nuestro hogar como familia, compañeros/as, amigos/as, etc. con las que podremos contar para que el distanciamiento social no nos genere tanto malestar, o las que puedan ayudarnos a salir de nuestros “confinamientos mentales” (rumiación e ideas recurrentes sobre lo mismo que alimentan nuestro malestar). Sin embargo, si nos encontramos solos en nuestro hogar (como si no), es importante mantenernos en contacto con la gente que queremos y en la que confiamos, ya que es una buena manera de reducir el sentimiento de soledad, ansiedad y tristeza, y es algo que, hoy en día, es posible gracias a las herramientas que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Tener momentos para hablar y compartir sobre nuestra vida, las cosas que nos preocupan, cómo nos estamos sintiendo, novedades o, incluso, nuevas aficiones con las personas que queremos, es importante, al igual que escuchar lo que nos tengan que contar a nosotros/as. “Incluso una sola buena relación humana puede ser una tabla de salvación cuando surgen los problemas, una estrella polar y una brújula que nos guían cuando tenemos que navegar por un océano de dificultades” (Oliver Sacks, Despertares, 1973, libro que relata, por cierto, la historia de los pacientes y supervivientes de otra epidemia, la de la encefalitis letárgica, en los años 20 del siglo pasado).
No obstante, con esto, no queremos decir que tengamos que estar todo el día con estas personas sino, dentro del confinamiento, poder pasar tiempo de calidad con nuestros seres queridos (de manera presencial o virtual), sin obviar los momentos para uno/a mismo/a, nuestra propia intimidad. ¿Qué me dices del libro (o varios libros) que dejaste a medias? ¿Y el cursillo de euskera/ganchillo/guitarra/flora que querías realizar? ¿Y ese cuadro que empezaste? ¿Recuerdas lo que te gustaba escribir? Pero, sobre todo, ¿te acuerdas del aburrimiento? Aprovechemos este parón en el incesante fluir de la sociedad actual para reflexionar, para conocernos mejor, para buscar nuevas aficiones o alternativas a lo que estábamos haciendo, para cultivar nuestra creatividad, en definitiva, para nuestro crecimiento personal. Ya lo decía Bertrand Russel: “Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor”.
Eso sí, no convirtamos el aburrimiento en un estado permanente, de ahí la importancia de una rutina, y más en estos momentos de confinamiento. Organizar y estructurar nuestro día hace que nos sintamos activos y despiertos, en lugar de dejarnos atrapar por la renuncia y la dejadez, sentimientos que nos van atrapando si sentimos que no tenemos nada que hacer, cayendo, poco a poco, en la trampa de la desmotivación, apatía y procrastinación. Podemos estructurar diferentes momentos y espacios a lo largo del día, organizar una especia de plan diario de actividades, siempre con flexibilidad para modificarlas si fuera necesario o si surgiera algún otro plan más interesante. De esta manera, es importante no dejar de lado hábitos saludables, como mantener la higiene diaria, cuidar nuestra dieta dentro de casa (no caer en el mayor consumo de alcohol u otras sustancias para paliar la situación), poder realizar actividad física y mantener un adecuado ciclo de sueño-vigilia (descansar está bien, pero evitemos cambiar en gran medida nuestro horario de sueño habitual). Ni qué decir tiene todos los recursos que podemos encontrar en internet para pasar el rato, los cuales podemos incorporar a nuestra rutina: ideas para los más pequeños, manualidades, videos y tutoriales para aprender cosas nuevas, música, series, películas, juegos online, plataformas para conocer y hablar con otras personas, etc.
En definitiva, seamos conscientes de lo que estamos viviendo, permitámonos sentir sin juzgarnos, sin patologizarnos, permitámonos pedir ayuda si la necesitamos, creemos redes de apoyo frente al aislamiento, recuperemos valores como la solidaridad en tiempos de individualismo, mantengámonos activos en el confinamiento y seamos pacientes; “frente a la incertidumbre sólo se puede esperar y confiar” (Enrique Saracho, psiquiatra y director técnico de Ediren), confiemos, pues, en nuestra comunidad… “¡Uno para todos y todos para uno!”
Alain Urra, psicólogo, psicodramatista de Ediren
Mª ASUNCIÓN SAN MIGUEL ARTEAGA dice
ME PARECE MUY BIEN LO QUE HAS ESCRITO. NADIE DICE QUE LO ESTÁ PASANDO MAL, AL MENOS NINGUNA AMIGA ME LO CUENTA ASÍ QUE YO AGUANTO Y TAMPOCO LE WASAPEO QUE A VECES ESTOY DESBORDADA.
DE VIVIR SOLA HE PASADO A QUE VIVAN EN MI CASA MI PAREJA QUE NO ES PADRE BIOLÓGICO DE MI HIJO, Y MI HIJO QUE VINO DE LA REPÚBLICA DOMINICANA.
tENGO MUCHAS GANAS DE LLORAR PENSANDO EN LA VUELTA A MI SOLEDAD CUANDO SE MARCHEN DE AQUÍ.
GRACIAS POR VUESTRA AYUDA, MUCHAS GRACIAS.
ediren dice
Buenos días, Mª Asun. Muchas gracias a ti por tus comentarios y por seguirnos. Mucho ánimo y hasta pronto. Saludos