Cuando queremos desenredar un ovillo de lana que está muy liado y tiramos con ansiedad de un lado para otro, lo más probable es que consigamos enredarlo más. Es posible que pase algo parecido cuando queremos abordar un conflicto emocional y no disponemos de las herramientas adecuadas para ello. Cuando algunas personas se encuentran ante una situación de conflicto, la urgencia de resolverlo les apremia a actuar antes de comprender cuál es su origen. Si leemos mal el enunciado de un problema de aritmética, nunca lo vamos a resolver por muchas operaciones que hagamos.
Hay conflictos de muchos tipos: grandes y pequeños, nuevos y desconcertantes o viejos y enquistados, confesables o inconfesables, de pareja, de familia, de trabajo o con una o uno mismo, evidentes, explícitos y ruidosos u ocultos, latentes y silenciosos. Lo que no hay son conflictos gratuitos o estériles, todos los conflictos tienen algo en común, siempre tienen una razón de ser y nos ayudan a crecer.
Muchas personas piensan que les desgastan y les roban la energía sin embargo los conflictos son el motor que mueve nuestra vida emocional. Una vida que está construida a base de sentimientos encontrados, contradictorios que luchan unos contra otros. Entenderlos, escucharlos y compartirlos antes de intentar resolverlos es el primer paso para poder gestionarlos.
Enrique Saracho, psiquiatra, psicodramatista
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