Estamos viviendo una situación sin precedentes; una pandemia que nos está poniendo a prueba como personas y como sociedad. En estos días, además de un montón de datos de personas contagiadas, fallecidas y recuperadas, estamos viendo otras que se ofrecen para ayudar a hacer la compra a las personas de más riesgo, que se ofrecen para pasear sus perros, se entregan mascarillas a los hospitales y un largo etcétera. Además, todos los días salimos a las 20:00 a nuestras ventanas y balcones para aplaudir, cantar y apoyar a las personas que en este momento están ocupándose de nuestra salud.
No sabemos qué va a ocurrir, cuántos días tendremos que estar en casa, cuánto va a durar este estado de alarma que limita nuestra libertad cotidiana, y eso, el no saber, es lo que más angustia a las personas. No estamos preparados para gestionar la incertidumbre; ésta nos genera miedo y sentimos la necesidad de estar alerta constantemente porque no controlamos lo que pasa. Y todo ello, tiene un coste para nuestra Salud Mental. El miedo se contagia mucho más rápidamente que cualquier virus. Es un estresor que nos rompe esquemas y nos saca de nuestra zona de confort. Nos ha hecho ver que somos vulnerables y que solos no vamos a conseguir vencer al virus. Por eso, tomemos conciencia de que todas estamos en el mismo barco, que vivimos en interdependencia y tenemos que confiar en lo comunitario. Tenemos una oportunidad de cambiar nuestra conciencia social y darnos cuenta de que da igual los millones que tengamos, que quien realmente me ayuda y con quien voy a salir hacia adelante es con mi vecino o vecina, con mi comunidad, mi barrio…; en definitiva con una red de apoyos, y con esa solidaridad que estamos viviendo estos días.
Este es un buen momento para parar y reflexionar, para aprender a gestionar nuestro futuro día a día de otra manera, valorar y disfrutar de las pequeñas cosas de las que nos tenemos que privar ahora (un café a media mañana en un bar, una conversación con una amiga en la calle, salir a correr, ir al parque con nuestros hijos o dar un paseo por la ciudad,…). Todo esto que está ocurriendo nos tiene que servir para aprender algo de nosotros como sociedad, la sociedad de las prisas, del consumo,… Ahora no podemos ir corriendo, nuestra agitada vida laboral y social se ha parado de repente.
Desde Ediren queremos transmitiros un mensaje de confianza y de unión. Confianza en los recursos que tenemos y que en situaciones como ésta afloran. La imaginación, la creatividad y el humor son grandes mecanismos de defensa. Todos esos whatsapp de humor que recibimos a diario son un buen ansiolítico, que nos permiten estar conectados mitigando esa sensación de indefensión.
Es momento para la calma, la paciencia y la responsabilidad. Todo esto pasará, pero quedémonos con lo que hemos hecho los/as unos/as por los/as otros/as, aprendamos a cuidarnos, a ayudarnos, y que cuando esto pase queden todos esos valores en nuestro día a día, que volverá a ser ajetreado y con prisas, pero habiendo vivido una situación excepcional que puede hacernos mejores como sociedad, como tribu.
Beatriz Fernández Corres, psicóloga, terapeuta psicomotriz
Escúchale en esta entrevista de Radio Vitoria:
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