Llegan las vacaciones, el verano… pero ha sido un año muy duro y, en muchas ocasiones, somos incapaces de encontrar momentos para el disfrute. Necesitamos aprender a disfrutar la vida. ¿Qué mecanismos nos lo impiden?
Es cierto que, y más con los tiempos que estamos viviendo, las personas tenemos muchas preocupaciones y problemas de todo tipo en el día a día (económicos, familiares, laborales, etc.), y en muchas ocasiones acaban superándonos, impidíendonos disfrutar de la vida. En ese caso, necesitaremos probablemente de ayuda psicológica para poder gestionarlos mejor y mejorar nuestra salud mental; pero, en otras circunstancias, no somos capaces ni de buscar algún momento de disfrute ¿por qué a veces somos incapaces de disfrutar de la vida? Incluso hay personas que llegan a afirmar: “pero si lo tengo todo…. y, sin embargo, … no puedo disfrutar de mi día a día”. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué tendemos a vivir en una preocupación constante?
¿Cómo aprender a disfrutar la vida?
La vida es un camino de rosas, con sus flores olorosas y agradables, pero también con sus espinas dolorosas. Por él transitamos reaccionando emocionalmente con disfrute a veces y con malestar otras. Hay ocasiones en que es necesario ese “dolor natural” de la vida como proceso de adaptación a los cambios que se están dando, por ejemplo el duelo por el fallecimiento de una persona querida, una mudanza, un cambio de trabajo, una ruptura de pareja… En esas situaciones es necesario aprender a gestionar la pena, el dolor, el sufrimiento,… dándoles un lugar y nombrándolas, para quitarles la función aversiva que se les otorga.
Cuando no somos capaces de disfrutar de la vida y no hay una causa externa que lo justifique, sentimos la “presión por disfrutar” y actuamos intentando controlar y cambiar las emociones desagradables para lo que hacemos actividades que se supone que nos van a hacer sentir mejor. Es decir, actuamos evitando el malestar y esforzándonos por obtener placer, lo cual produce un “efecto rebote” al sentirnos culpables por no haber logrado disfrutar a pesar de esforzarnos mucho y llegar a deprimirnos. Si se ha perdido el interés por actividades con las que antes se disfrutaba y ya no resultan placenteras (anhedonia), si hay retraimiento social, falta de energía, de ganas, motivación, ilusión,…es recomendable recurrir a un profesional para valorar el tipo y grado de depresión que se puede estar gestando e iniciar el tratamiento psicoterapéutico e incluso farmacológico si fuera necesario.
Cuando idealizamos el disfrute
En la sociedad actual se promueve el disfrute continuado, el placer y el bienestar; pero cuando comparamos la vida que llevamos, la imagen que tenemos de nosotros/as mismos/as, con la idealización que nos dicen que debemos alcanzar, salimos perdiendo y nos genera impotencia, frustración y sufrimiento. Si yo no sé cuáles son mis deseos, anhelos, inquietudes, y no decido, ni elijo, alguien lo hará por mí. El autoconocimiento, el aceptar las propias carencias, defectos, así como las virtudes, nos permite aprender a disfrutar de lo que realmente nos gusta, sin sentir culpa.
Aunque el pasado no podemos cambiarlo, sí entenderlo de una manera más saludable como parte de lo que hoy somos; por otro lado, no sabemos cómo será el futuro, hay personas con tendencia a preocuparse en exceso por todo y a tenerlo todo bajo control porque creen que es la mejor manera de prevenir o resolver problemas y si no lo hacen, se sienten irresponsables y temen que haya graves consecuencias. Es normal que nos asalten las preocupaciones ya que realmente hay cosas que necesitan ser atendidas, pero hay que impedir que se conviertan en una obsesión porque puede derivar en ansiedad dificultando la adaptación y el bienestar emocional. No es útil preocuparse cuando es una situación del pasado, ni cuando no tiene solución o no depende de mí la solución.
Algunas claves para disfrutar la vida:
- El sufrimiento, la pena, el dolor,…forman parte de la vida. Evitar pasar por ellos es imposible y genera mayor angustia.
- Cuando todo lo convertimos en una obligación es imposible disfrutar de lo que tenemos. Intentar rescatar instantes, encuentros, pequeñas sorpresas,…
- La frustración es inevitable cuando la distancia entre los deseos y las fantasías respecto a la posibilidad de lograrlo es grande.
- No esperar a perder algo para valorarlo. Tener la capacidad de apreciar lo que tenemos sin necesidad de perderlo.
- Necesitamos del deseo de alcanzar algo para poder disfrutarlo.
- Hacer un trabajo personal para tener un autoconocimiento, para reflexionar sobre las propias equivocaciones, para cambiar y mejorar, para aceptarnos como somos, con nuestras carencias, defectos y también virtudes.
- Estar feliz no es sinónimo de euforia ni de carecer de preocupaciones. Podemos ser felices simplemente por no estar mal, por estar relajados de una forma consciente, por no estar agobiados por todas las tareas pendientes…
- Las personas no tenemos la capacidad de decidir si disfrutaremos o no. Pero sí podemos implicarnos en las actividades que realmente nos gustan y asumir que podemos disfrutar o no de la vida. Pero no hacer actividades sólo por evitar el malestar.
- La preocupación excesiva, querer tenerlo todo bajo control e intentar preverlo todo, nos bloquea e impide el crecimiento emocional y el desarrollo y progreso en el proyecto vital.
- Buscar pequeñas felicidades individuales de cada cual que permitan disfrutar más de las pequeñas cosas de la cotidianeidad. Y asumir que la felicidad siempre es incompleta.
Idoia Madarieta, psicóloga, psicodramatista. Escúchale en Radio Vitoria:
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