En los últimos meses, se ha generado un movimiento social impulsado por padres y madres preocupadas por la utilización y las consecuencias que generan los dispositivos móviles en sus hijos e hijas. El movimiento es conocido como “adolescencia libre de móvil”. Como narra la propia web del movimiento, su objetivo es “empoderar a las familias y promover un pacto social para que el máximo número de hogares retrasen la entrega del primer smartphone a sus hijos e hijas y trabajar en el buen uso para aquellas que ya lo tienen”.
Sin embargo, en paralelo, se han ido proponiendo otro tipo iniciativas de índole similar, con objetivos más restrictivos; por ejemplo, la petición de dos profesoras de instituto de prohibir, mediante una ley, la utilización de los teléfonos en menores de 14 y 16 años (propuestas hechas en change.org que han conseguido aunar más de 60.000 firmas).
Desde Ediren, nos gustaría invitarte a la reflexión, lanzando estas preguntas:
- ¿Nos hemos planteado qué función cumple el móvil en esta sociedad y cómo lo utilizamos las personas adultas?
- ¿Qué función cumple el móvil en una edad tan crucial como lo es la adolescencia?
- ¿Es la prohibición síntoma del fracaso de la educación en este ámbito? ¿De esa manera les estamos ayudando a crecer?
Escucha a Alain Urra, psicólogo, en esta entrevista:
Cambios sociales
Antes de entrar en el análisis sobre estas propuestas, nos parece importante resaltar cómo las personas somos capaces de suscitar cambios desde lo micro hacia lo macro. Y es que cuando existe una preocupación y un objetivo común somos capaces de unirnos, movilizarlos y lograr cambios a nivel social, sin la necesidad de contar (en primera instancia) con instituciones y autoridades que lo respalden.
El hecho de que haya nacido este movimiento nos indica que la sociedad ha tomado conciencia del efecto nocivo que pueden tener estos dispositivos, parece haberse dado una necesaria sensibilización, imprescindible para poder analizarlo en profundidad y poder generar cambios a nivel estructural.
No obstante, es lícito pensar que este movimiento llega tarde; que esta problemática no es actual y que no implica solamente a un grupo de la población. Llama la atención que este movimiento no habla de un cambio multigeneracional; no hace una crítica al uso indiscriminado que hacemos las personas en general de los móviles, ni se observa una parte de responsabilidad en los padres y madres en todo esto.
¿Y la autocrítica?
Mientras tanto, se coloca el foco en la población joven (en las personas púberes y adolescentes en particular). Se sataniza una herramienta, un medio que, per se, no es ni bueno ni malo. Se puede intuir una cierta proyección del enfado e indignación hacia los centros escolares. Del pacto social y la importancia de remar todas a una, a depurar responsabilidades sin hacer autocrítica.
Y es que, hablando de capacidad crítica, el móvil justamente nos sirve para lo contrario. Esto es, parece que la función social que cumple no es otra que la mera distracción; una herramienta capaz de generarnos una evasión tanto de nuestras responsabilidades como de las preocupaciones y los conflictos internos. Pero, además, delegamos en ello (y en las pantallas en general) mucha de la atención que las personas jóvenes nos reclaman y necesitan. En definitiva, criticamos el abuso que las personas adolescentes hacen del móvil, pero no nos cuestionamos nuestra manera de utilizarlos.
Prohibición versus pensamiento crítico
En Ediren compartimos la idea de retrasar la entrega del móvil, por supuesto. Pero también vemos la necesidad que tenemos como sociedad de una educación (seamos ejemplo); y de ser más escrupulosos en la atención que dedicamos a las personas adolescentes en esta materia (y en general).
Mientras, en paralelo, es importante trabajar ciertos aspectos fundamentales en la infancia como la autonomía, la toma de decisiones, dar responsabilidades acordes a su edad, marcar límites claros, etc. de forma que, cuando llegue el momento de la entrega, hayamos labrado un camino que permita la confianza y genere herramientas de autocuidado.
Sin embargo, la prohibición no nos parece una estrategia adecuada, puesto que es indicativo de un fracaso como sociedad en la educación y una delegación de funciones parentales cruciales (la autoridad y el colocar límites) en la institución. Esto omite el hecho de que haya una argumentación propia de base (¿por qué se les prohíbe?), dando una respuesta cerrada (“porque es malo”); frente a la libertad de decisión (factor clave dentro del proceso de maduración y crecimiento), que permite el diálogo, el debate, la argumentación y, en definitiva, fomenta un pensamiento crítico.
¿Alguien, acaso, se ha preocupado de preguntar a las personas adolescentes para qué utilizan el móvil y si les resulta de utilidad o incluso necesario? ¿Cuál es su opinión sobre este movimiento? Una vez más, somos las personas adultas, desde nuestra superioridad moral, las que tomamos decisiones sin consultar y sin mirarnos a nosotras mismas.
Educar en el uso responsable de los móviles
Con estas palabras no queremos minimizar el riesgo de un mal uso de estos dispositivos. De hecho, según el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, en su informe “Impacto del aumento del uso de internet y las redes sociales”, el abuso está relacionado con problemas de salud mental en la adolescencia como ansiedad y depresión (además de la posibilidad de generar una adicción).
No obstante, queremos hacer hincapié en que el verdadero reto está en poder educar en un uso responsable de los mismos (y de las pantallas en general) a la población en general; teniendo en cuenta que las personas adolescentes se encuentran inmersas en un momento evolutivo clave en la formación de la identidad, un proceso que implica una crisis de desarrollo y un cambio comportamental como manifestación de los retos a los que se tiene que enfrentar:
- un cambio de cuerpo y la evolución de la sexualidad
- cambio de intereses y cambios ideológicos
- un nuevo rol social
- una búsqueda de pertenencia y unidad grupal fuera de la familia
- la confrontación generacional y la transgresión de la norma
- la experimentación…
Las personas adolescentes necesitan referentes válidos
Frente a este proceso, el cual parece haberse complicado más en la sociedad actual, las personas adolescentes reclaman la presencia adulta. La presencia de referentes válidos que les apoyen y ayuden a gestionar estos cambios y lo que les suponen. Referentes que se comuniquen con ellos, que muestren interés y curiosidad y sean capaces de escucharlos.
Tengamos en cuenta que el proceso adolescente viene determinado por diferentes sistemas (además del personal) como lo son: el familiar, el escolar, el de los iguales, el social, pero también, actualmente, el mundo virtual.
Como conclusión:
- Generemos un pacto social que implique una educación que nos permita el buen uso de las pantallas y los móviles.
- Acerquémonos a las personas adolescentes en lugar de distanciarnos por la brecha digital y nuestros estereotipos.
- Garanticemos experiencias y relaciones fuera de las pantallas que repercutan en un sano equilibrio.
Fdo. Alain Urra, psicólogo, psicodramatista.
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