De nuevo en estado de alarma; pandemia, restricciones, confinamiento …
En nuestro interior se están generando emociones como la tristeza, la rabia, la desesperanza. El problema no es sentir este tipo de emociones, sino que esos sentimientos se mantengan en el tiempo…
Nos estamos encontrando con personas tristes, angustiadas, enfadadas. Escuchamos diariamente: “Nos tenemos que acostumbrar a esta nueva situación”, “Tenemos que tener paciencia”, “Tenemos que ser responsables”, “Ya pasará”… Pero todas las personas nos preguntamos: ¿hasta cuándo vamos a tener que llevar esta mascarilla?, ¿cuánto tiempo va a estar este virus?, ¿cuándo podré de nuevo celebrar con mi familia el cumpleaños?, ¿cuándo volverán mis hijos y mis nietos a comer a casa?
Este «¿hasta cuándo?», nos genera mucho estrés, pensar que toda esta nueva situación se va a mantener en un tiempo indefinido hace que se nos cierre el estómago y la nostalgia nos invada los pensamientos.
Estamos en un proceso de duelo, tenemos que despedirnos por el momento y sin saber hasta cuándo de unos hábitos de vida, de unas costumbres, que nos producían satisfacciones; quedar con los amigos, cenar o comer fuera, ir a gimnasia, taichi; en definitiva, relacionarnos y buscar placeres que nos hacían sentir la vida en su complitud.
Cada persona ha ido buscando esos momentos, esas situaciones que llenaban de sentido, de placer, su día a día.
En todos los años de experiencia en grupos de personas mayores, cuando les preguntaba ¿Dónde encuentras tú la satisfacción de vivir? ¿Cómo superas la emoción de la soledad? Estas respondían, sin ninguna duda, que en su mayoría la felicidad encontraban en su relación con la familia, hijos/as, nietas/os. Teniendo en cuenta esta valoración de placeres en estas personas, nos tenemos que parar a entender cómo se sienten ante esta situación pandémica. Las relaciones, celebraciones familiares se han cortado de raíz. Los hijos/as no quieren ir a casa de sus progenitores para protegerles de todo tipo de contagio. Pero ¿Qué es lo que estamos provocando a nivel emocional? Si antes ya sentían soledad, ¿ahora?
Las herramientas que podemos disponer para gestionar esta realidad varían dependiendo de la edad.
En un estudio se ha comprobado que los jóvenes sienten menos el peligro del contagio, las personas adultas sienten más la amenaza y preocupación por sus mayores, y las personas mayores sienten miedo por ver la muerte demasiado cerca. Hemos construido durante años un envejecimiento activo y ahora les hemos convertido en sujetos pasivos y dirigidos.
En estas diferentes actividades construidas para ellos es dónde encontraban la socialización y el llenado de espacios vacíos de familia.
Sus días encontraban sentido cuando pensaban en ir al centro de mayores a jugar sus partidas, a tomar un café con sus amigas, en ir a la piscina, gimnasios, centros cívicos, cine o teatro. ¿Y ahora?
Aprender o reaprender a buscar placer o satisfacción en el día a día no es fácil teniendo en cuenta hábitos que durante años se han construido.
¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor y menos angustiados?
- La televisión está llenando vacíos. Una televisión que continuamente está hablando del problema. Programas en los que se observan conflictos y se oyen constantes desgracias. Hay que buscar una programación más diversa donde podamos evadirnos de lo angustioso. Documentales, comedias…
- La radio es otra de las herramientas que suele estar activa en casa. Quizás está presente una diversidad de contenido que pueda ayudar un poco más a la desconexión.
- La música, como una excelente alternativa.
- Si se va a caminar, salir de los paseos ya conocidos, cambiar de barrio, o de zona (si se puede).
- El teléfono como medio de contacto, usarlo (llamar a la familia no significa “molestar”)
- Hablar de nuestros miedos, de lo que nos preocupa, de lo que nos hace estar tristes.
- La risa como instrumento para cambiar el estado de ánimo. Quizás haya que forzarla para que nos haga respirar más profundo.
- Respiraciones profundas que hagan expandir nuestra caja torácica y así modificar un poco esa postura encogida y triste.
“Hay que intentarlo”, no para que la tristeza o la angustia o el miedo desaparezca (porque es lógico y normal que esté ahí, está fundamentado sobre una realidad), pero sí para que, durante unos segundos, minutos… nuestro organismo pueda generar otro tipo de sustancias y que su aporte a nuestro cuerpo disminuya la intensidad del estrés.
Escucha a Yolanda Valle, fisioterapeuta, osteópata, en Radio Vitoria.
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