Ramón es un hombre de 59 años, que tiene que tomar una decisión, antaño añorada, y en este momento con gran carga de ansiedad: prejubilarse o continuar trabajando.
Lleva un año abandonando poco a poco todas las situaciones que enriquecían su vida fuera del trabajo y la familia. Sin contarle a nadie como se siente: ?Qué voy a hacer si me jubilo, por lo menos en el trabajo no pienso?; ?mis compañeros me tienen en alta estima, incluso los más jóvenes cuentan conmigo?; ?lo único que sé hacer es trabajar?; ?mis hijos no me necesitan y con mi mujer no hago más que discutir?; ?cuando Amparo me dice de hacer algo que no quiero, que cada vez son más cosas, monto en cólera y así no se hace?.
Ramón se muestra como un hombre frágil y asustado en la consulta. Y según él refiere se siente inseguro para todo, evita enfrentarse a situaciones, actividades y personas que anteriormente le resultaban placenteras. Aparecen en él sentimientos de incapacidad, desesperanza y tristeza.
Toda esta situación se empieza a manifestar hace más o menos un año, cuando él sube a oficinas para negociar una prejubilación, ver si tiene derecho y que lo fueran estudiando.
Ramón y Amparo se casaron hace 36 años y son padres de tres hijos, los dos mayores chicos y la pequeña chica. Todos fuera de casa y con familias creadas, sólo el primogénito vive en Vitoria y Amparo le ayuda en el cuidado de su nieto; lo lleva y lo trae a la ikastola, come con ellos, se hacen cargo de Aitor de 3 años desde que nació.
Ramón siempre había dicho que dejaría de trabajar en cuanto pudiera, ?ya he trabajado lo suficiente?. Él se define como una persona trabajadora pero que sabe divertirse, de hecho tiene (o quizá sea más correcto decir tenía) bastantes aficiones: Pertenecía a una peña ciclista con la que los fines de semana salía en bicicleta, hace un año y medio que la abandonó por motivos de salud, fue su primer abandono. Es muy consciente que mintió, no eran problemas de salud sino falta de ánimo. Los martes se reunía con amigos en una sociedad a cenar, lleva juntándose con ellos desde hace más de 20 años y hace 6 meses que deja de asistir al encuentro. Los lunes y miércoles, solía asistir a los entrenamientos de los chicos del barrio, colaboraba con un club, antes se encargaba de todo, ahora no va todos los días y no se encarga de nada, sólo mira. Los jueves se reunía la cuadrilla y las mujeres para pasear y tomar unos vinos y planear el sábado o domingo; va porque lo organiza Amparo pero se da cuenta que no es lo mismo. Desde que son abuelos los viernes ejercen como tal y el pequeño Aitor duerme con ellos.
Ramón comienza a acudir una vez a la semana donde una psicóloga de Ediren, ya para la tercera sesión le dice que va a hablar con Amparo de lo que le pasa. A la siguiente sesión presentó a la psicóloga a Amparo quien se ofreció para lo que ella considerara necesario.
A los 4 meses, había tomado la decisión de prejubilarse, pero continuó trabajando durante un año para fortalecer la imagen de sí mismo que se había dañado.
Después de 3 años de su última visita, de vez en cuando, su psicóloga tiene noticias de él. En algún momento que siente ansiedad suele llamar y en alguna ocasión incluso han quedado en una cita.
Pero sobre todo es reseñable que recientemente la psicóloga ha recibido una postal de Ramón y Amparo desde México, un viaje que ambos se habían prometido hace años y que Ramón estaba evitando por miedo a volar.