En este artículo se realiza una reflexión sobre el concepto de plena felicidad, sus paradojas y las peculiaridades de la sociedad actual con respecto a la vivencia y muestra en público de la felicidad.
¿Qué es la felicidad plena?
Definir el concepto de felicidad plena no es fácil, ya que, aunque todo el mundo tenga en su imaginario social una idea de lo que es la felicidad, para cada persona significa algo distinto. La mayoría de definiciones recogen que la felicidad es un sentimiento de bienestar y de satisfacción con uno/a mismo/a o con los demás. Eso sí, es efímero y generalmente es en relación a algo o alguien. En este sentido, la exigencia y la expectativa son dos variables a tener en cuenta cuando hablamos de felicidad, ya que nos condicionan a la hora de disfrutar.
Sin embargo, hay una creencia de que existe una felicidad generalizada, una especie de estado de ánimo que nos acompaña continuamente, lo cual es utópico e inexistente, ya que en la vida no son pocos los vaivenes de la fortuna y, por otra parte, la psicofísica nos dice que los estímulos que sentimos deben ir incrementándose para que continuemos sintiendo la misma sensación (Ley de Weber-Feschner), lo cual lleva a pensar que en algún momento esa intensidad llegará a su tope y la felicidad cesará.
La paradoja de la felicidad plena
Asimismo, la propia felicidad genera una especie de paradoja, ya que al lograrla es un sentimiento que nos gusta tanto que tememos que desaparezca, así emerge la angustia o el miedo a perderla, lo cual nos llevará justamente a no sentirnos de esa manera. Esto tiene que ver con la facilidad del ser humano para amargarse la vida, un arte, como dirían algunos (Paul Watzlawick, en su libro “El Arte de Amargarse la Vida”). No son pocas las veces que hemos escuchado frases como, “demasiado bueno para ser cierto o para que dure mucho, ya se fastidiará”.
Y es que por mucho que queramos controlar la felicidad (la idea que se vende hoy en día a nivel social), no podemos, es mucho más complejo que controlar el sufrimiento. Sin embargo, hoy en día parece que no se nos permite sufrir, ni aunque el sufrimiento sea una emoción coherente frente a una situación que estemos viviendo, ya que se vende una felicidad plena accesible a todas las personas; una especie de mantra que dice: “si sufres es porque quieres”, lo cual hace que nos sintamos mal por sentir emociones coherentes, nos coloca en el lugar de “personas negativas”.
¿Vivimos en una Happycracia?
Nuestra sociedad se ha convertido en un baluarte de la Happycracia (Cabanas, E.; Illouz, E.; Paidós, 2019), donde la felicidad que se vende, esa felicidad plena controlable, se ha convertido en obsesión. Hoy en día, la felicidad viene asociada al éxito, exaltando valores como la competitividad y el individualismo, el “todo depende una/o misma/o”; todo es cambiable a nuestro gusto, incluso nuestras emociones, y las circunstancias no deben afectarnos.
Ya no vale con estar bien, debemos sacarnos el máximo rendimiento, controlar nuestras emociones para dejar de lado las “emociones negativas”. Mientras que las redes sociales alimentan esta percepción, mostrando solamente una felicidad de fachada que oculta lo que la sociedad no quiere/puede tolerar. Pero, ¿por qué nos empujamos a poner un “Smiley Face” y a expresar que todo va bien cuando no es así?
La evitación de emociones negativas no favorece la felicidad plena
Por un lado, es una forma de que evitemos las emociones “negativas” (en Ediren no compartimos esta concepción sobre las emociones, ya que todas ellas son válidas y coherentes con el proceso, situación o momento vital por el que estemos pasando) como la rabia, el enfado, la tristeza, la frustración, etc., ya que cuando escuchamos a alguien que está sintiendo alguna de ellas nos enfrenta directamente con esa emoción que estamos intentando evitar.
De esta manera, tendemos a estigmatizar a las personas que se sienten tristes o enfadadas, las evitamos, y seguimos alimentando valores como el individualismo, que en este caso genera egoísmo. Y es que nadie quiere sentirse fracasado pudiendo ser exitoso. El problema es que ignoramos que con cuanto más evitamos, más garantizamos la continuidad del problema (o de la emoción, en este caso).
Felicidad plena y pensamiento crítico
Por otro lado, hoy en día pararse a reflexionar y analizar cómo nos sentimos, nos genera cierto temor, por lo que el incesante ritmo de vida que llevamos, la sobre-estimulación a la que estamos expuestos/as, nos impide darnos cuenta de cómo nos sentimos, de si realmente estamos satisfechas/os con nuestra forma de ser y con las cosas que hacemos, de si estamos de acuerdo con los valores que sin darnos cuenta promovemos, etc. Pararse a reflexionar puede implicar quedarse a un lado, esto es fracasar; pero además, genera capacidad crítica, lo que puede no estar bien visto.
Conclusión
Por lo tanto, sirvan estas palabras de breve parón para reflexionar, para escucharnos y ser honestos/as con lo que estamos sintiendo; para permitirnos el malestar en lugar de evitarlo y, de este modo, permitírselo a los demás. Promovamos inteligencia emocional y valores como la solidaridad y el cooperativismo. No olvidemos que los sueños, sueños son, pero que se convierten en realidad cuando los alcanzamos… Disfrutemos del trayecto, en lugar de centrarnos solamente en la llegada.
Fdo. Alain Urra, psicólogo, psicodramatista. Escúchale en este audio en una entrevista en Radio Vitoria.
Maria Asun San Miguel Arteaga dice
Me encanta el artículo y me hace bien. Yo estoy triste no, deprimida. Me duele tanto el alma que me duelen hasta los rencores de las piernas.
No soy capaz de escribir sobre la alegría de vivir porque vivir me cuesta mucho
Gracias.
ediren dice
Hola María Asun. Nos alegramos mucho de que te haya gustado este artículo de nuestro compañero Alain Urra y de que te haya hecho bien. Muchas gracias por tu comentario y por tu interés. Un abrazo.
Luis Manteiga Pousa dice
Si conseguimos no ser infélices ya bastante es, no hay que ser soberbios.
ediren dice
Buenos días, Luis. Muchas gracias por tu comentarios. Saludos.
XLuis MP dice
Buen artículo. Efectivamente, la felicidad plena no existe, ni de lejos. Por lo tanto no hay que angustiarse buscandola ni por no tenerla. La felicidad, en mayor o menor medida, es sólo cosa de momentos.
ediren dice
Hola, muchas gracias por tu respuesta. Saludos.
arleth dice
me encanta, mil gracias de verdad, amo que después de tantos años sigan apoyando a la gente