Como todos los años, el frío vuelve para quedarse durante unos meses y, en Vitoria-Gasteiz, quien la conoce bien, sabe de qué hablamos.
Muchas personas que pasan por nuestro servicio de fisioterapia en Ediren nos lanzan diversas preguntas en esta época:
- ¿Los cambios de presión influyen en el cuerpo?
- ¿Cómo afecta el frío al “reuma”?
- ¿Qué relación tiene mi dolor con el descenso de temperatura?
- ¿Por qué me duele la cicatriz?
- Noto que va a cambiar el tiempo cuando empieza a dolerme la rodilla, ¿cómo puede ser?
Pues bien, aquí os vamos a ofrecer algo de información al respecto para intentar dar respuesta a estas dudas.
El frío y el mal de huesos
Según la física, el frío es definido como la ausencia de calor, es decir, no existe como entidad física. Es una sensación de nuestro cerebro ante la falta de energía térmica (el calor).
Según la Sociedad Española de Reumatología (SER), el frío, la lluvia y el cambio de la presión atmosférica influyen en el empeoramiento de síntomas de algunas enfermedades. A mayor humedad, menor presión, por lo que, en cambios bruscos de presión, los receptores de presión de las articulaciones (barorreceptores) se ven afectados, causando un empeoramiento de los síntomas en zonas predispuestas. Es decir, los cambios de presión influyen en que la articulación esté más rígida y dolorida, es lo que se conoce como “dolor de huesos”.
La humedad y los cambios de presión influyen
Por tanto, podemos concluir que lo que escuchamos en la calle, que si duelen las articulaciones es porque va a cambiar el tiempo, es real. Por un lado, el frío incide en cómo percibimos y cómo sentimos el dolor; y, por otro, la humedad y los cambios de presión “vuelven locos los barorreceptores” y a nuestro estado de ánimo (no vamos a profundizar en este aspecto, pero es crucial). Por ello, no es necesario que exista enfermedad para tener dolor; aunque, en ocasiones, ciertas patologías (artritis, artrosis, bursitis, esguinces, dolores musculares, cefaleas, migrañas, tendinitis, fracturas, fisuras, etc.) aparecen en esta época sin previo aviso inhabilitándonos para ciertas rutinas.
¿Cómo repercute el frío en nuestro organismo?
Todo el mundo nota cambios en su cuerpo/mente, si para un momento a mirarse. Las bajas temperaturas y la humedad repercuten en diferentes esferas del organismo:
- Déficit circulatorio: se reduce el calibre del sistema arteriovenoso y linfático. La viscosidad de los fluidos corporales se modifica.
- Articulaciones menos flexibles: están más rígidas y, a consecuencia del déficit circulatorio, menos lubricadas. El líquido articular -líquido sinovial- se vuelve más viscoso por lo que aumenta la rigidez y la fricción. Por esto, duelen más.
- Músculos menos eficaces: la musculatura se contrae y debilita, por lo que produce menos fuerza. Además, la coordinación intramuscular y la elasticidad disminuyen, por lo que aumenta el riesgo de lesionarse.
- Nervios: por todo lo anterior descrito, se producen pinzamientos y falta de riego sanguíneo en ellos con mayor facilidad.
¿Qué ocurre con nuestra temperatura interna?
En condiciones normales, la temperatura interna no varía mucho, solo durante la enfermedad, el ejercicio físico o condiciones extremas de calor/frío; en esos casos sufre cambios significativos. El hipotálamo es nuestro termostato: ante el frío externo retira la sangre de la periferia (piel y músculos de las extremidades) y la reconduce a los órganos vitales, haciendo que la temperatura de los músculos, tendones, articulaciones, etc., disminuya. Esto hace que dichas estructuras se contraigan, apretemos el cuerpo, se formen contracturas y nos lesionemos con más facilidad. Por todos estos hándicaps, hay gente que utiliza técnicas de inmersión en agua helada, como, por ejemplo, la técnica Wim Hof, que, además de entrenarnos para adaptarnos a cambios bruscos de temperatura, mejora el tiempo de recuperación, el sistema inmune, la circulación, el nivel de energía, el estado de ánimo, la salud mental, etc.
Principales recomendaciones
Entonces, ¿qué puedo hacer?
- Dormir bien: el malestar y el dolor nos estresa y no nos deja descansar por lo que podemos entrar en un círculo vicioso que se retroalimenta.
- Comida saludable: con la alimentación podemos ayudar al cuerpo a cumplir sus funciones, entre otras, mantener el cuerpo caliente, reforzar los huesos y lubricar las articulaciones. Para ello es importante el calcio, las vitaminas C, D3 y E, y los Omega 3.
- Beber agua: la hidratación mantiene el cuerpo en buenas condiciones y ayuda a combatir el frío.
- Abrigarnos bien: con una ropa adecuada a la actividad, ni mucho ni poco. De esta manera, evitaremos cambios bruscos de temperatura. Si salimos con poca ropa, la musculatura se encoje por lo que pueden aumentar las contracturas. Truco: lleva capas de ropa variada para poder adaptarte al salir y entrar de los sitios. Evita la ropa estrecha.
- Aplicar calor: saco de semillas, bolsa de agua caliente, cremas de efecto calor, piedras calientes, parches térmicos…, todo ello puede aliviar los síntomas de dolor ya que mejora el aporte sanguíneo y ayuda a descontracturar.
- Higiene postural: con el frío, encogemos los hombros, agachamos la cabeza y nos tensamos, por ello, es habitual que aumente el dolor de hombros, cuello y espalda. Queremos recordar la importancia de que tomemos conciencia de nuestra postura en cualquier momento, ya sea sentándonos, cogiendo peso, haciendo ejercicio o andando.
- Ejercicio moderado y de bajo impacto: “el sedentarismo duele”. Las molestias pueden aumentar por la falta de movimiento. La actividad es clave para disminuir y evitar ciertos síntomas. Tanto el ejercicio aeróbico como el de fuerza presenta unos beneficios, por lo que lo más adecuado será hacer una combinación.
- Calentamiento: más largo y adaptado al ejercicio que vamos a realizar, inclusive cuando vamos a salir a la calle para evitar así el cambio brusco de temperatura. Antes de salir a la calle podemos dar pequeños botes en el sitio mientras movemos los brazos hacia arriba y abajo, podemos hacer varias sentadillas levantando los brazos, también podemos apoyar las manos en la pared y hacer pequeñas flexiones; todo lo que se nos ocurra para calentarnos.
- Estiramientos: estirar rutinariamente, combate la rigidez y ayuda a irrigar la zona, por lo que tendrá acción protectora.
- Pedir ayuda: a la gente cercana para que nos ayude con la rutina o a personas específicas con saberes concretos.
En Ediren tenemos un equipo interdisciplinar para lograr un equilibrio global: fisioterapeutas, osteópatas, psicólogas, psicopedagogas, etc. y estamos dispuestas a prestarte toda la ayuda necesaria.
Esperamos que esta síntesis te dé un empujón para implementar cambios positivos.
¡Si tenéis más trucos, serán bienvenidos en vuestros comentarios!
Fdo.: Patricia Gas, fisioterapeuta, osteópata
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